miércoles, 10 de febrero de 2016

Silvana Mangano


                                         Silvana Mangano y Alberto Sordi. 



Tras el estreno de Arroz amargo en México, Efraín Huerta hace una crítica de la película que es un pretexto para hablar de lo que le interesa, de Silvana Mangano: “Se nos metió por los ojos con una sola pose: cuando, señorial y sucia abandona lo que creíamos que era un pantano. El pecho erguido, desafiante, y los muslos al aire. Insolente la mirada y los labios como acabados de haber dicho la primera blasfemia del mundo”

A Efraín se le había llenado la retina de una Silvana Mangano que sale de las aguas cenagosas y calientes de la charca donde trabaja. Como una Afrodita surgiendo del mar armada con la sabiduría del Woody Allen que decía que el sexo cuando se hace bien ha de ser sucio.

Y aún cuando respondo con un amén a las palabras de Huerta, prefiero evocar a otra Silvana Mangano. Una más madura. Una que con los años perdió la tosquedad de la adolescencia. Afinados los rasgos del rostro, se convirtió en una dama, ya saben, el gesto amable pero distante y esa manera de cruzar las piernas que te obliga a reprimir el deseo de arrancarle las braguitas. Sus formas se mantuvieron rotundas, contenidas dentro de una arquitectura carnal modelada por un patrón que proviene de un estadio superior de la especie humana. Fue el tiempo en que el Alberto Sordi de la fotografía se enamoró perdidamente de ella.

Santo Tomás de Aquino que sistematizó los argumentos de la existencia de Dios, vivía en un convento, lejos de todo contacto con las mujeres, y salvo por la gula controlaba el resto de pasiones. Santo Tomás que murió tan gordo que no hubo modo de sacarlo de la habitación donde había fallecido, en su inteligencia preclara no llegó a concebír la única prueba de la existencia de Dios que es incontestable. Hay mujeres cuya existencia prueba la necesaria participación de un relojero divino para que hayan podido encajarse tan bien todas sus piezas. Lo que pierde la inteligencia humana por no prestar atención a algunos culos de mujer.

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