viernes, 26 de febrero de 2016

Adele Morales y Norman Mailer




Wilhelm Reich se explicaba el origen del cáncer como el resultado de un desarreglo corporal provocado por la represión sexual. Resultaba que si una persona no mantenía relaciones sexuales con regularidad, o las mantenía pero de un modo defectuoso porque su coraza caracteriológica le impedía un grado de desahogo que le permitiera liberarse de las tensiones internas, su cuerpo podía reaccionar fabricando un tumor. 

Reich lo decía en serio y yo, en los primeros años en la universidad, intentaba convencer a alguna ingenua arguyendo que ya que la virginidad provocaba cáncer que mejor que eliminar esa circunstancia patógena,  para lo que yo graciosamente me ofrecía. 


Ingenuo yo, que nunca conseguí nada con esa triquiñuela y no por ello dejé de usarla con una contumacia digna de mejores estrategias. 

Otros hubo que usaron la coartada del cáncer para justificar su conducta. 
Norman Mailer en una fiesta a principios de los sesenta, atacó a su segunda mujer, Adele Morales, que se encontraba en una cota etílica similar a la suya y que para distraerse le retaba “-Aja toro, aja. Venga mariquita ¿dónde están tus cojones? ¿O es que la mala puta de tu querida te los ha cortado, cabronazo?”. 
Y para demostrarle que no era mariquita y tenía cojones, Mailer la atacó por la espalda y le clavó un cuchillo. No fue un arañazo, el cuchillo penetró siete centímetros en la espalda de su mujer y eso por dos veces. 
Norman Mailer pasó unos días en un hospital psiquiátrico y Adele no le denunció. 
Años más tarde, Mailer se justificaba diciendo que de no haber apuñalado a su mujer y dejado salir a sus sentimientos asesinos, con seguridad habría desarrollado un cáncer y muerto en pocos años.
 A saber cuanto de verdad había en sus palabras, porque lo cierto es que Mailer murió casi cincuenta años después del ataque y no de cáncer.

Dina Vierny





Dina Vierny. Tiene una corporeidad  animal. De primate poco después de bajar del arbol y vagar por la sabana africana. Unas tetas pequeñas, pero es que los primates y los grandes monos apenas tienen tetas, y un culo gordo y redondo que evoca fertilidad y facil parto. Robert Crumb la hubiese dibujado con el sexo rezumante y Maillol la esculpía como una fuerza ctónica.


Con ese jersey rojo para que la identificasen con facilidad, esperaba a los huidos del terror nazi  en la estación de ferrocarril de Banyuls-sur-mer  y los guiaba por sendas del Pirineo hasta España. Ella que era judía moldava y sabía lo que le esperaba de ser capturada, tras ayudar al grupo a pasar la frontera,  volvía a Banyuls  a la espera de que la resistencia la avisara de la llegada de más refugiados. Una vez y otra vez y otra y otra.  


Picasso - El deseo atrapado por la cola



Empieza el año 1944 y los intelectuales parisinos se aburren. Continua la ocupación alemana y ellos no están muy por la labor de oponerse al invasor salvo con algún comentario sarcástico si el soldado alemán está lo suficientemente lejos como para no oírlo.

Así que deciden representar una obra teatral, una farsa surrealista escrita por Picasso en 1941 “El deseo atrapado por la cola”. El piso del matrimonio Leiris será el lugar donde se celebrará la obra y Albert Camus quien la dirija. El reparto es de postín: Michel Leiris (Le Gros Pied), Raymond Queneau (L’Oignon), Zanie Campan (La Tarte), Simone de Beauvoir (Sa Cousine), Jean- Paul Sartre (Le Bout Rond), Louise Leiris (Le Deux Toutous), Jacques-Laurent Bost (Le Silence), Germaine Hugnet (L’Angoise grasse), Dora Maar (L’Angoise maigre) y Jean Aubier (Les Rideaux).

Lo que escribió Picasso debía de ser un peñazo porque me parece que nunca más ha vuelto a representarse la obra. Por los papeles cualquiera diría que se trata de un auto sacramental. Los interpretes ensayaron durante varias tardes y el 19 de marzo de 1944 hicieron la primera representación.

Tres meses más tarde, el 16 de junio de 1944, en el estudio de Picasso se reunieron varios de los interpretes y de las personas que asistieron a la obra y Brassai inmortalizó el momento.

  De pie, de izquierda a derecha: J. Lacan, Cécile Eluard, P. Reverdy, Louise Leiris, Picasso, Zanie de Campan, Valentine Hugo, Simone de Beauvoir, Brassaï. Sentados, de izquierda a derecha: Sartre, Camus, Michel Leiris, Jean Aubier. 


                                                            Falta Brassaï y se añade un perro. 

lunes, 22 de febrero de 2016

Raymond Burr y William Challee en Desperate de Anthony Mann,




¿A quien no le molaría, me refiero a la gente normal que de los otros cualquiera sabe, tener un careto de hijoputa como el del tipo de la derecha de la foto, el del traje a rayas?. Entrar en el badulaque de la esquina y que tu presencia provoque un silencio ominoso que rompes al mascullar, el mondadientes no te permite hablar con más claridad, que quieres champiñones y un poquito de perejil para el aliño. Ay, ensoñaciones… 

El fotograma es de la película Desperate de Anthony Mann y los que aparecen son Raymond Burr y William Challee, el molón.

domingo, 21 de febrero de 2016

Assia







Mi primera noticia sobre Assia fue la foto de Dora Maar que abre esta entrada.  Años treinta. Una mujer desnuda, el sexo difuminado y los rasgos de la cara velados, que proyectaba una sombra agigantada sobre la pared donde se apoyaba. Los senos breves de la modelo se volvían grandes y picudos. Y las piernas se convertían en máquinas poderosas. El titulo no me decía nada. Assia. Allí quedó la fotografía. En una carpeta. De vez en cuando, muy de vez en cuando, me encontraba otras fotografías con los rasgos de la primera modelo. Pero apenas la menor información salvo que Assia había trabajado de modelo para varios fotógrafos. 

Hasta que vi una reproducción de una escultura de Charles Despiau que se encuentra en el museo Boymans van Beuningen de Rotterdam. Es Assia en 1937. Y en la información de la escultura incluye su apellido: Assia Granatouroff. Ya fue muy fácil. La red estaba llena de información. Nacida en 1911, rusa, de familia judía que sufre las medidas antijudias de Nicolás II y que en cuanto puede sale de Rusia y recala en París. Se marcha de su casa a los dieciseis años para vivir la vida de artista en Paris y se gana la vida haciendo de modelo. Durante la invasión de Francia por los alemanes, trabaja para la Resistencia. 

En 1994 se organizó una exposición en el Museo de Mont-de-Marsan donde se reunieron cuadros, esculturas y fotografias con Assia de modelo. El catálogo de la exposición venía prologado por un texto de Hélène Lagrange que reproduzco:

“Assia, un peu garçonne, son carré blond, bouclé, encadrant son visage qu’elle offre sans apprêt aux photographes, ses jambes solides, son buste fin, "un corps puissant" selon Elisabeth Lebon (dont le texte reproduit pour la première édition n’est ici pas repris), "qu’aucune maternité ou promesse de maternité n’alourdit." Assia modèle est de fait une promesse de liberté et d’émancipation, pour les femmes et la photographie. En effet, lors de cette période, nombreuses sont les femmes à travailler professionnellement en tant que photographes ; Dora Maar, Germaine Krull, Ergy Landau, Rogi André, Laure Albin Guillot parmi d’autres, et dont les photographies d’Assia sont ici reproduites. C’est également l’ère de la Nouvelle Vision, une vision photographique débarrassée des ultimes avatars du pictorialisme, en passe de perdre ses accents surréalisants. Dans le sillage du futurisme, du simultanéisme, on adore la modernité ; celle des néons électriques, des poutrelles d’acier, des bolides rugissants. La photographie version Nouvelle Vision s’articule donc en quelques propos forts simples ; la lumière, la matière, recherches qu’elle applique aux marchés florissants de la publicité et de l’illustration pour la presse magazine. Appliquées au nu, lumière et matière, permettent une exploration per se, au travers de laquelle on tente de retrouver cette modernité ; fonctionnelle, forte de sa croyance en le progrès au service de l’homme, un corps qui serait donc une machine bien huilée, fait pour l’activité en plein air, l’exercice physique en groupe, bientôt libre de s’ébrouer pendant les congés payés. Assia sera l’incarnation de cet optimisme, bien vite obscurcit par la montée des fascismes. Pour Robert Schall, elle fait la femme araignée, plaquée contre un mur un bras et une cuisse relevés, projetant son ombre arachnéenne. Assia est une forme saine, quand bien même la projection de son ombre dans une photographie de Dora Maar, devient cette fois énorme, proche de celles des femmes que Picasso fait courir sur la plage dix ans auparavant. Avec Germaine Krull, Assia fait de la réclame pour la poudre de riz Gibbs, et la "Walkyrie d’acier" la saisit tout en douceur. Souvent Assia rit, elle n’a que faire d’être tranchée par un cadrage, de devenir femme tronc, de n’être que fesses, seins et ventre. Cinquante ans avant Assia, les modèles étaient photographiés pour servir d’"académies" (c’est à dire d’étude d’après modèle vivant) aux peintres et sculpteurs (Courbet possedait de nombreux clichés, Degas également), et souvent les femmes posaient masquées, afin de pas être reconnues. Peut-être est-ce une justification suffisante à la ré-édition de cet ouvrage, que de suggérer qu’entre pudeur des débuts et impudeur contemporaine dont on fustige la marchandisation de l’image du corps de la femme, il y eut Assia". 


                               Assia - Charles Despiau - Museo Boymans van Beuningen 1937



                                     Assia - Charles Despiau - Museo Boymans van Beuningen 1937



                                                           Assia - Emmanuel Sougez.



                                                        Assia - Emmanuel Sougez



                                                                             Assia - Dora Maar


Assia - Remi Duval


Assia - Remi Duval




Assia - Emmanuel Sougez



                                                               Assia - Dora Maar. 1935


Assia - Roger Schall


                                                   Assia - Roger Schall

miércoles, 17 de febrero de 2016

Alfred Eisenstaeldt y Sofia Loren. 1961




La foto es la  prueba casi infalsable de que los milagros existen.   ¿Cómo si no por vía del milagro  una persona fea, gorda, baja, vieja, calva y con una nariz que haría palidecer de envidia al propio Cyrano,  puede llegar a provocar tal mirada de arrobo en Sofia Loren? Alguien me dirá que el yate donde se apoyan puede tener algo que ver, ya saben,  si  un diamante es el mejor amigo de una mujer, un yate puede operar como el primo guapo del diamante. Pero quiero creer que el fotógrafo, el propio Eisenstaeldt,  congeló en la imagen una expresión de emoción genuina.  No es un posado.

Eisenstaeldt  es abrazado por una real hembra, ¡qué digo real hembra, por la primera de todas ellas!   y quien no cabe en sí de gozo es sobre todo ella.  

lunes, 15 de febrero de 2016

Thomas Mann y el espiritismo




Thomas Mann viajó a España en el año 1923. De Genova, un barco lo llevó a Barcelona. Así lo refiere en su texto autobiográfico “Relato de mi vida”:

“En la primavera de 1923 realicé un viaje a España. Lo hice en barco, evitando Francia, cosa todavía obligada, yendo desde Génova a Barcelona; más tarde, Madrid, Sevilla y Granada; luego, atravesando de nuevo la península, fui al norte, a Santander, y a través del golfo de Vizcaya, tocando en Plymouth, volví a Hamburgo. Recordaré siempre el día de la Ascensión en Sevilla, con la misa en la catedral, la magnífica música de órgano y la corrida de fiesta por la tarde. Pero, en conjunto, el sur andaluz me atrajo menos que el territorio español clásico, Castilla, Toledo, Aranjuez, la granítica fortaleza-monasterio de Felipe II, y aquel viaje a Segovia, dejando a un lado El Escorial, al otro lado del Guadarrama coronado de nieve”
.
Thomas Mann llega a Barcelona y no hace la menor mención a lo que encuentra allí,  ni por cuanto tiempo permanece en la ciudad. El pan con tomate,  la Sagrada Familia,  el Barrio Chino, nada de  ello le  merece un comentario.

Por no saber, ni siquiera sabemos si fue de putas o se dejo tentar por los travestidos de la calle del Cid, que era actividades que no perdonaban los escritores que llegaban a Barcelona en los años veinte y treinta.  Durante esos años y hasta el inicio de la guerra civil, el Barrio Chino de Barcelona fue el lugar preferido por los intelectuales europeos cuando jugaban a epater les bourgeois con el  sexo mercenario que les proporcionaban las callejuelas del barrio.   

Georges Bataille, Simone Weil, Paul Eluard, Andre Breton, Peret y muchos, muchisimos otros, viajaban a Barcelona y acudían a las salas de fiesta con travestidos, como la Criolla o Can Sacrista,  y después calmaban sus picores en el burdel de Madame Petit. No había en Europa un lugar más acanallado que el Barrio Chino de Barcelona.  

Claro que Mann y su familia son los pijos del barrio de los escritores. Los que juegan al tenis de inmaculado blanco y  arrugan la nariz si aquel con quien han condescendido comer no maneja con la soltura suficiente la pala de pescado.  Un pijo no menciona ciertas conductas, mucho menos  si son propias. Un pijo escribe para la eternidad.

Viaja a Andalucia, va a Madrid. ¿y que hace en Madrid? Da dos conferencias. Una sobre Goethe y Tolstoi y la segunda sobre fenómenos ocultos. Son conferencias que tiene preparadas y va repitiendo en donde le contratan.

He encontrado en la hemeroteca de ABC una crónica de la conferencia sobre los fenómenos ocultos.  

Parece ser  que Thomas Mann había asistido a un espectáculo con un espiritista y le tomaron el pelo. Se creyó lo que veía y desde ese momento fue pregonando la buena nueva. Acepta que  hay una energía que se caracteriza por expandirse fuera de los cuerpos que la producen y que materializa entes fantasmagóricos  donde no había nada   o  produce efectos sobre objetos que debido al influjo de dicha energía se mueven por mecanismos que la ciencia no se ve capaz de explicar.  

Merced a dicha energía y solo por ella  se explicarían los fenómenos ocultos, fenómenos que Mann considera que son innegables porque los ha visto mucha gente. Lo mismo que años después se dirá de los ovnis. Con tantos y tantos como han visto ovnis ¿cómo no van a existir?. Su fatuidad no le permite pensar que se le puede engañar. De hecho, quien mejor descubre los trucos de los magos son otros magos y no los intelectuales a quienes su soberbia los hace victima propiciatoria de cualquier engaño, así sean los fenómenos paranormales como las teorías políticas de cualquier alucinado. En aquellos años, Houdini dedicaba una parte de su tiempo a desvelar las imposturas de muchos de los supuestos espiritistas. Pero Thomas Mann no es Houdini.  

Esto dice el ABC de la conferencia de Mann.

Del ABC, 8 de mayo de 1923

“En su segunda conferencia, Tomás Mann nos introdujo en los misterios del ocultismo. El gran novelista alemán no es espiritista; pero cree –o mejor dicho, supone- que existe en el cuerpo humano cierta energía que en momentos dados puede prolongarse más allá de los limites del cuerpo, o sea, irradiar hacia fuera y materializarse. Así, y únicamente así, se explicarían los fenómenos ocultos, cuya existencia no se puede negar, ya que han sido demostrados por varias experiencias de absoluta buena fe.
El mundo –dice Tomas Mann- está lleno de problemas espirituales y psiquicos, de cuestiones inquietantes que no se explican por lo que conocemos de la vida material, pero tampoco por el espiritismo. El anhelo hacia lo metafísico es general, y hasta la teoria de Einstein basada en la matemática y la física, pasa las fronteras de la pura especulación metafísica.
Tomás Mann fue llevado hacia las experiencias telekinéticas por el neurópata de Munich Alberto von Schrannk-Notzing, que antes de la guerra publicó un libro titulado Fenómenos de la Materialización. El libro fue acogido con indignación por el mundo científico alemán; pero con la guerra, la miseria, la revolución social, cambió la disposición psíquica de los hombres resultando más favorable para aceptar la existencia de los fenómenos místicos como lo demuestra el éxito de las obras de Flammarión y de Richet.
A continuación, Tomas Mann cuenta de una manera plástica, casi dramática, una sesión que presenció en la habitación del médico de Munich cuando la energia que irradiaba de un “médium masculino” de diez y nueve años hizo levantar del suelo un pañuelo situado a metro y medio de distancia del médium, sujetado por el conferenciante y por varios señores de absoluta honorabilidad. Tomás Mann afirma que era excluida toda posibilidad de engaño.

El auditorio siguió con mucho interés al conferenciante en su viaje por el mundo oculto y le tributó grandes aplausos”.

Trotskines

A mediados de los años setenta en Barcelona, oí hablar por vez primera de un grupúsculo político con escasa militancia que era conocido como "los trotskines". Quien me contó lo poco que sabía de ellos no había conocido a ninguno y lo que me contaba era lo que le habían explicado otros.

El punto central del pensamiento de los trotskines era el siguiente: Es evidente que existen extraterrestres puesto que han sido vistos innumerables veces. Que haya extraterrestres supone la existencia de civilizaciones técnicamente mucho más avanzadas que la nuestra. Llegar a un estadio tecnológico tan avanzado solo es concebible dentro del desarrollo de potencialidades que se dará en una sociedad comunista. Así pues, tenemos merodeando por encima de nuestras cabezas a unos extraterrestres comunistas que, solidaridad obliga, vienen al planeta tierra para ayudarnos en la lucha por nuestra emancipación. Ellos, los trotskines, como vanguardia más consciente del proletariado, tenían la misión de contactar con nuestros primos alienígenas y de prepararse para la conflagración mundial que se avecinaba. La historia me pareció muy interesante: ¡el comunismo galáctico fase superior del capitalismo terráqueo¡.

Con los años he ido recogiendo algún que otro dato sobre ellos. Hay que tener en cuenta que los militantes de ese partido, los de Barcelona y supongo que con los de cualquier otro lugar pasa lo mismo, no sueltan prenda. No es fácil confesar… mira, yo creía en ovnis y sabía que los tripulantes de las naves galácticas eran comunistas. Una persona te puede contar que ha cometido las fechorías más espantosas, pero a nadie le gusta pasar por imbecil. Conspiración de silencio, casi.

Los trotskines se llamaban Partido Obrero Revolucionario (no confundir con el PORE) y eran de ideología –claro- trotskistas. Su líder era conocido por los suyos como el camarada Posadas y había nacido en Argentina. No sé que número de espada del comunismo le adjudicaban sus fieles; ya sabéis, primera espada, Lenin, y así sucesivamente hasta llegar al último espadachín que si mis cuentas no fallan debe de ser el camarada Guzman de Sendero Luminoso, cuarta espada del comunismo. El POR como es de rigor entre los grupos y grupitos de la IV Internacional estaba peleado a muerte con el resto de facciones trotskistas.

Mi amigo Héctor, un abogado rosarino sabía algo sobre ellos. Una de sus primeras obligaciones al entrar en el partido era financiarse la compra de un uniforme de amianto, porque la guerra que terminaría con todas las guerras, ovnis contra imperialistas yankis, revisionistas de la URSS y reformistas chinos, se daría en el marco de numerosas explosiones atómicas y habría fuego por doquier. Eso era así porque así lo decía Posadas. Ahorraban o bien daban un palo a alguien, y se compraban un ropaje ignifugo. Desaparecieron hace muchos años.

domingo, 14 de febrero de 2016

Willy Ronis - Un bar de Montmatre en un día de lluvia. 1956.




Es Paris pero podía haber sido mi pueblo en los años sesenta. La misma lluvia, el mismo vaho en los cristales, la misma tarde interminable.

Villa Mouniera y los amigos de William Burroughs



Nunca me gustó lo que escribía William Burroughs. Alguno de mis conocidos, en particular aquellos que jugueteaban con las drogas, las que fuesen, las que encontrasen, así se tratase de un frasco de jarabe para la tos con codeína como más adelante heroína, leían y loaban las novelas de Burroughs. 

De mi generación aún hubo quien tuvo una aproximación literaria o artística a las drogas. El estado de vidente o de médium como puerta a otras realidades o algo parecido. Los que vinieron después, los hermanos pequeños, ya se colocaban sin mayores coartadas. Que en las novelas alguien se drogase, confería a mis amigos protoyonkis, así me lo parecía por la intensidad de su entusiasmo al comentar el hallazgo, un estatus de persona que trasciende la muerte en vida de las masas aborregadas, de persona lúcida que baila con la muerte y no se inmuta. 
Las masas aborregadas, es decir, los que como mucho nos pillábamos un pedo con gintonic el fin de semana. Para alguno de mis conocidos, la frecuentación de las drogas supuso la muerte. El resto que sobrevivió, con el tiempo se dejo de tonterías y terminó sus estudios y consiguió trabajo y una familia. 


Villa Muniera o Muniriya o Mouniera que con estos nombre lo he visto escrito, era el hotel donde se alojó William Burroughs durante su estancia en Tánger entre los años 1954 a 59 y en donde escribió El Almuerzo Desnudo. 

Tánger era un lugar barato, con sabor local, se podía fumar y, lo que para Burroughs no era una cuestión desdeñable, siempre se podían conseguir jovencitos a poco precio. Un amigo mio pensó algo parecido a lo que llevó a Burroughs a Tánger y hace unos años se fue a vivir a una población marroquí de la costa mediterránea.

A diferencia de Burroughs, a mi amigo lo que le gustan son las mujeres. Al cabo de un año y tras sobrevivir a un Ramadán se volvió a Barcelona. En una sociedad musulmana y siendo un europeo pobre, se hace difícil levantarse a una pajarita y a mi amigo se le hizo insufrible la falta de compañía femenina. 

En verano de 1961, William Burroughs volvió a Tánger con su amante Ian Sommerville, un matemático de poco más de veinte años que junto a Gysin había inventado la Dreammachine, el primer aparato concebido para ser visto con los ojos cerrados,  Burroughs alquiló una habitación en villa Mouniera pero esta vez con posibles, con un pequeño jardín. Allen Ginsberg, Peter Orlovsky, Alan Ansen, Gregory Corso y Michael Portman, un jovencito que aparece en las imágenes con una camiseta rayada y que al poco moriría en Inglaterra de una sobredosis aparecieron por allí . Un día invitaron a Paul Bowles y se hicieron unas fotos.


Peter Orlovsky, William Burroughs, Allen Ginsberg, Alan Ansen, Gregory Corso, Paul Bowles, Ian Sommerville



              Ian Sommerville, William Burroughs, Allen Ginsberg, Paul Bowles, Gregory Corso



               Corso, Bowles y Burroughs. En segundo plano, acuclillados, Sommerville y Michael Portman.



                       Paul Bowles, Allen Ginsberg, Burroughs, Corso y Michael Portman. 
















viernes, 12 de febrero de 2016

Weegee – El Crítico. 1943.






 La noche de la apertura del Metropolitan Opera. Una fotografía de denuncia social. El contraste entre los favorecidos por la fortuna y los miserables que con todo conservan el suficiente orgullo para encararse con quienes pasean con abrigos de pieles. Y Weegee estaba allí para cobrar la pieza. 

Solo que la fotografía es mentira. No fue el resultado de una casualidad felíz.  Un asistente de Weegee condujo a la mendiga al lugar donde por fuerza tenían que pasar quienes bajaban de las limusinas y se le proporcionó el suficiente vino blanco para mantenerla en estado de embriaguez. Apoyada en una pared para que no se diera de bruces en el suelo. Cuando vieron aparecer a George Washington Kavenaugh y Lady Decies, conocidas por todos los periodistas de los ecos de sociedad, dejaron tambaleándose en el camino de ambas a la embriagada.

Maharishi Mahesh Yogi y unos discípulos.





Febrero de 1968 en el ashram del Maharishi Mahesh Yogi. Tres de los Beatles, un Beach Boys, Donovan, Mia Farrow y su hermana.
El momento en que Occidente llegó a su punto más bajo. Más incluso que cuando los punks con sus collares de perro y sus escupitajos. El momento en que los hijos de Occidente abrieron las puertas de la ciudadela y se subieron las faldas para atraer a los bárbaros.
 

La Beautiful People del 68/69: Michael Pollard, Tiny Tim y Arlo Guthrie.






De habérselo propuesto podían haberse convertido en la respuesta yankee a los Hermanos Calatrava. Pero en su modestia prefirieron seguir su carrera artística por separado. 
La Beautiful People del 68/69: Michael Pollard, Tiny Tim y Arlo Guthrie.

Las Ronettes





Las Ronettes con su productor Phil Spector. Debe de ser por los años 63 o 64. Aún no se habían casado Spector y Ronnie. En su primera gira por Inglaterra, en el año 64, los Rolling Stones fueron teloneros de las Ronettes. Cuenta Keith Richards de la relación que tuvo con Ronnie durante la gira, que la primera vez que se encontró en el cielo fue cuando despertó junto a Ronnie que le sonreía. Y esto lo decía una de sus satánicas majestades.

John Lennon y Paul McCartney






A veces comprendo a mis padres. Un pico y una pala les daba yo a estos. Gracias a que John Lennon llevó ese bolso, las ciudades se vieron llenas de tontolabas que llevaban una cosa parecida. 
Mucho me temo que yo fuese por un tiempo uno de los del bolso étnico.

jueves, 11 de febrero de 2016

Sophia Loren y Jayne Mansfield




En 1937, un lituano llamado Harry Gerguson llega a Hollywood y se hace pasar por primo de Nicolas II, último zar de todas las Rusias, Cambia su nombre por el de Michel Romanoff y se gana la vida como asesor de los estudios cinematográficos en asuntos europeos y actor en papeles de poca monta. 

A los pocos años, abre un restaurante en Beverly Hills, el Romanoff´s. Sus contactos con el mundo del cine y su aura de europeo refinado consiguen que el restaurante se convierta en un lugar de moda. Tal es su éxito que en 1951 sin salir de Beverly Hills se traslada a un local más amplio en el 240 de Rodeo Drive. Humprey Bogart es uno de los clientes asiduos. De hecho, tiene una mesa alquilada y siempre que se encuentra en Hollywood acude a comer a Romanoff´s. 

El sedicente principe ruso, que incluso llega a pedir que la corona imperial recaiga en su persona y a cuyas pretensiones aristocráticas nadie hace el menor caso en Hollywood, forma parte de Rat Packs, el grupo de actores que capitaneado por Bogart se divierte por la zona de los Angeles: Frank Sinatra, Dean Martin, Samy Davis jr, Peter Lawford. Y chicas como Lauren Bacall, ocasionalmente Marilyn Monroe, Angie Dickinson o Shirley McLaine.

Romanoff también es el compañero de ajedrez preferido de Bogart, que no fue un mal jugador y llegó a presidir, durante la segunda guerra mundial, la asociación nacional de ajedrez. Cuando muere Bogart, Romanoff es uno de los que llevan el féretro a hombros. 

Vuelvo al Romanoff´s. Aparece con cierta frecuencia en las novelas de Raymond Chandler como lugar a donde llevar a una chica para impresionarla, si tienes suficiente dinero para pagar la consumición. Al parecer, en Hollywood destaca por su cocina francesa pero me parece que lo que les parecía charmant a los californianos era el postre, Fresas Romanoff. No con fresitas sino con fresones cortados en rodajas con helado y licor por encima. Del Trocadero a Hollywood. Si uno es capaz de mantener el tipo cuando dice que es primo de Nicolas II, hacer pasar las fresas con nata por alta cocina francesa está a su alcance. 

Y llego a las fotos. Se hacen durante una cena en el Romanoff´s en honor a Sophia Loren el 15 de abril de 1957 La Loren se encuentra en los USA contratada para rodar unas cuantas películas. En la mesa, hay varios directivos de la Twentieth Century Fox y a la derecha de Sophia, Clifton Webb, un caduco galán, homosexual discreto, que había conocido a Sophia durante el rodaje de La sirena y el delfín de Negulesco, recordable siquiera sea por la imagen de la actríz saliendo del agua con la ropa pegada al cuerpo. Supongo que se hace acompañar por Clifton para no dar motivos de recelo a Carlo Ponti con el que se casará unos meses más tarde. Detrás de Sophia, con un traje a rayas y cigarrillo en mano, el propio Michael Romanoff. 

Aparece en escena Jayne Mansfield, con una carrera en el cine insignificante pero deseosa de robar portadas en las revistas como sea. Alguien le ha debido de avisar de que Sophia Loren se encuentra en el restaurante cenando y acude con un vestido de los que le permiten practicar esa especialidad que la ha hecho tan popular entre los fotógrafos, que al agacharse se desborden las tetas por el escote. Sophia la mira y su cara refleja la impresión de que esa zorra ha ido a verla para hacerse publicidad gratuita a su costa. No hay envidia, Sophia Loren ya es un sex symbol, ni gazmoñeria, sus senos han aparecido en alguna de sus primeras películas y en un calendario de Pirelli. Aunque el vestido que lleva lo disimula, no tiene menor envergadura mamaria que quien ha llegado a saludarla. 

Javier Marias en Tu rostro mañana habla de la historia que cuentan las fotos pero no se entera mucho.
Sentadas a una mesa, codo con codo, en plena cena o antes de empezar o a los postres (hay unos tazones que desorientan), dos actrices entonces célebres, a la izquierda de la imagen Sofia Loren y a la derecha Jayne Mansfield, su rostro dejó de serme desvaído nada más volver a verlo. La italiana, que precisamente nunca fue plana sino exuberante —otro sueño de muchos, de duración larga—, luce un muy púdico escote y mira de reojo pero indisimuladamente, las pupilas se le van sin poder dominarlas, como con mezcla de envidia, perplejidad y susto o es decir con incrédula alarma, los pechos mucho más abundantes y descubiertos de su colega americana, en verdad llamativos y destacados (hacen aparecer exiguo su busto, por contraste), y aún más en una época en la que la cirugía aumentativa era improbable, o infrecuente en todo caso. Las tetas de Mansfield, hasta donde puede juzgarse, se ven naturales, sin rigidez, sin hieratismo, con blandura grata y movimientos imaginables (‘Ojalá me hubieran tocado unas así a mí esta noche y no las rocosas de Flavia’, pensé fugazmente), y debieron de ser apoteósicas en aquel restaurante romano o americano, quién sabe, meritoria la impasibilidad del camarero que se divisa entre las dos, al fondo, sólo la figura, la cara le queda en sombra, aunque cabría preguntarse si no utilizaba su servilleta blanca como escudo o como pantalla. A la izquierda de Mansfield hay un comensal masculino de quien sólo se ve una mano que sujeta una cuchara, a él se le debían de fugar los ojos hacia su derecha tanto como los suyos a Loren hacia su izquierda, con distinta avidez seguramente. A diferencia de ésta, la rubia platino mira de frente a la cámara con sonrisa cordial un poco helada, y si no con despreocupación —es bien consciente de su muestrario—, sí con tranquilidad absoluta: ella es la novedad en Roma (si es que están en Roma), y a la gloria local la ha hecho menguar, la ha convertido en pacata. Una mujer guapa de rasgos, Jayne Mansfield, sí me alcanzó un recuerdo de infancia y con él acudió un título, La rubia y el sheriff: grande la boca y los ojos grandes, toda ella belleza vulgar y grande. Para niños, era cierto; también para mucho adulto, como yo mismo”.










Pierrette D’Orient (1953) - fotografías de Robert Doisneau







Al principio fue la foto de una mujer joven con una belleza melancólica tocando el acordeón en un bar de Les Halles. Un público de carniceros con el mandil sucio de sangre la escucha en silencio. Doisneau, año 1953. Busqué más fotos de la acordeonista y encontré algunas. Debía de ganarse la vida tocando de bar en bar, acompañada por una mujer mayor que canta. No son bares como Au Pied du Cochon donde coinciden noctámbulos que quieren apurar la noche y los mayoristas de la cercana Les Halles. Son los bares de los empleados de esos mayoristas, gente cansada comiendo. 

La mujer se llama Pierrette D’Orient y la cantante Lulu. Pierrette es una mujer de rasgos afilados y ojos tristes. No más tristes que quienes la escuchan. Quizás sea la hora y están agotados, quizás sea un tiempo triste para los trabajadores parisinos. Ese año se estrena en Paris Esperando a Godot que no es un himno a la alegría,  en marzo ha muerto Stalin y los obreros franceses que votan en buena medida al PCF sienten que han perdido algo propio. Pierrette es joven y parece atrapada en una rutina vital que ya es definitiva. Por eso las pocas veces que sonríe la sonrisa en lugar de abrirla a los demás, la encierra más en su laberinto.

Hay una última foto, en el canal Saint Martin, de camino a su casa. Pierrette se gira hacia el fotógrafo y es la suya una mirada altiva. Atrapada pero no vencida. Pierrette es una princesa y no se rinde. 








miércoles, 10 de febrero de 2016

Proust y las ratas

                                       Retrato de Proust a los 21 años por Jacques-Émile Blanche

Existen en la naturaleza unos seres, las avispas icneumónidas, cuyo comportamiento sirve a algunos de mis amigos ateos como prueba de que no existe un Dios, todo bondad, que haya creado el mundo. Las avispas icneumónidas consiguen ese efecto ateológico por el modo como han resuelto el problema de alimentar a sus larvas. Cuando encuentran una determinada especie de araña, le inyectan una toxina en su centro neurológico que paraliza de manera definitiva a la araña sin llegar a matarla. Una vez paralizada, depositan en el interior de la araña sus huevos que al cabo de horas eclosionan y se transforman en larvas. Larvas que crecen y se desarrollan usando como fuente de alimento la araña que no muere porque la larva va devorando órganos que no son vitales hasta el final de su ciclo. No es hasta que ha terminado la transformación de la larva en avispa que dan buena cuenta del resto de órganos de la araña y esta se convierte en un cascarón vacío.

Una historia parecida a la de las avispas le cuenta en Blade Runner, Harrison Ford a la replicante Rachel para que aprenda que el dios de los replicantes es la Tyrell Corporation y que siendo dios puede actuar como el aciago demiurgo y crear pesadillas.

Cuando me cuentan lo que hacen las avispas, tiendo a pensar lo mismo: ¡Puta avispa y puta araña. Anda y que se jodan las dos!. O las tres si incluyo a la divinidad. O los cuatro si me incluyo a mi mismo. O los cinco, ahí es que tengo un mal día y meto en mis imprecaciones a la humanidad entera.

Como puede verse, una posición, donde no sé que tiene más peso, si la sutileza teológica con que enfrento el problema del mal en un mundo creado por un Dios bondadoso, o la vehemencia con la que planteo mis reflexiones.

El caso es que hace unos días leía sobre un humano que en ocasiones se comportó en vida como un remedo de avispa icneumónida. Marcel Proust. Proust para ponerse en situación y facilitar el orgasmo, hacía soltar unas ratas en la habitación de la mancebía donde daba salida a sus deseos, y los boys que había contratado las golpeaban y les clavaban agujas en la cabeza. A veces hacia que se enfrentaran en una caja dos ratas hambrientas. Mientras la rata agonizaba, Proust gozaba con las efusiones del muchachito escogido para la ocasión. Eso dice al menos Painter el autor de la biografía monumental de Proust. En el Diario de Andre Gide hay una nota sobre las conversaciones que mantuvo con Proust que apunta en la misma linea que Painter: : « Lors d’un mémorable entretien nocturne (il n’y en eut pas tant que je ne puisse me souvenir de chacun), Proust m’expliqua sa préoccupation de réunir en faisceau, à la faveur de l’orgasme, les sensations et les émotions les plus hétéroclites. La poursuite des rats, entre autres, devait trouver là sa justification : en tout cas, Proust m’invitait à l’y voir. J’y vis surtout l’aveu d’une sorte d’insuffisance physiologique ».

A Proust, el hombre de las ratas, parece que el karma, que a veces es muy cabrón, le pasó factura.

Seis meses justos antes de su fallecimiento, el 18 de mayo de 1922  Proust acudió a una cena que en el Hotel Majestic había organizado una pareja de snobs londinenses, los Schiff, que sentaron a su mesa a Serge Diaghilev, James Joyce, Pablo Picasso, Marcel Proust e Igor Stravinsky. Lo más señalado del mundo artístico del momento. Llega Proust muy tarde,  terminada la cena y con los platos retirados de la mesa. Proust estaba muy enfermo, su asma bronquial le había ocasionado múltiples infecciones respiratorias y ya debía de ser evidente una insuficiencia respiratoria crónica, porque años más tarde, el Schiff marido le comentaría al crítico de arte Clive Bell, que Proust al llegar parecía una rata, de lejos se le veía pringoso y húmedo. El aspecto de Proust era, no cabe suponer otra posibilidad , el resultado de la hipercapnia avanzada que se encuentra en estadios avanzados de la insuficiencia respiratoria y que provoca una vasodilatación periférica con extremidades húmedas. Estaba ya malherido, como las ratas que sus chicos habían golpeado años antes, y no de otro modo que una rata lo veía el mecenas que le había invitado a la cena para disfrutar del espectáculo de un Proust en choque dialéctico con Joyce.

Enfrentamiento que no tuvo lugar. Ese  Proust enfermo,  se mostró medroso delante de un Joyce que lo ignoró.