domingo, 14 de febrero de 2016

Villa Mouniera y los amigos de William Burroughs



Nunca me gustó lo que escribía William Burroughs. Alguno de mis conocidos, en particular aquellos que jugueteaban con las drogas, las que fuesen, las que encontrasen, así se tratase de un frasco de jarabe para la tos con codeína como más adelante heroína, leían y loaban las novelas de Burroughs. 

De mi generación aún hubo quien tuvo una aproximación literaria o artística a las drogas. El estado de vidente o de médium como puerta a otras realidades o algo parecido. Los que vinieron después, los hermanos pequeños, ya se colocaban sin mayores coartadas. Que en las novelas alguien se drogase, confería a mis amigos protoyonkis, así me lo parecía por la intensidad de su entusiasmo al comentar el hallazgo, un estatus de persona que trasciende la muerte en vida de las masas aborregadas, de persona lúcida que baila con la muerte y no se inmuta. 
Las masas aborregadas, es decir, los que como mucho nos pillábamos un pedo con gintonic el fin de semana. Para alguno de mis conocidos, la frecuentación de las drogas supuso la muerte. El resto que sobrevivió, con el tiempo se dejo de tonterías y terminó sus estudios y consiguió trabajo y una familia. 


Villa Muniera o Muniriya o Mouniera que con estos nombre lo he visto escrito, era el hotel donde se alojó William Burroughs durante su estancia en Tánger entre los años 1954 a 59 y en donde escribió El Almuerzo Desnudo. 

Tánger era un lugar barato, con sabor local, se podía fumar y, lo que para Burroughs no era una cuestión desdeñable, siempre se podían conseguir jovencitos a poco precio. Un amigo mio pensó algo parecido a lo que llevó a Burroughs a Tánger y hace unos años se fue a vivir a una población marroquí de la costa mediterránea.

A diferencia de Burroughs, a mi amigo lo que le gustan son las mujeres. Al cabo de un año y tras sobrevivir a un Ramadán se volvió a Barcelona. En una sociedad musulmana y siendo un europeo pobre, se hace difícil levantarse a una pajarita y a mi amigo se le hizo insufrible la falta de compañía femenina. 

En verano de 1961, William Burroughs volvió a Tánger con su amante Ian Sommerville, un matemático de poco más de veinte años que junto a Gysin había inventado la Dreammachine, el primer aparato concebido para ser visto con los ojos cerrados,  Burroughs alquiló una habitación en villa Mouniera pero esta vez con posibles, con un pequeño jardín. Allen Ginsberg, Peter Orlovsky, Alan Ansen, Gregory Corso y Michael Portman, un jovencito que aparece en las imágenes con una camiseta rayada y que al poco moriría en Inglaterra de una sobredosis aparecieron por allí . Un día invitaron a Paul Bowles y se hicieron unas fotos.


Peter Orlovsky, William Burroughs, Allen Ginsberg, Alan Ansen, Gregory Corso, Paul Bowles, Ian Sommerville



              Ian Sommerville, William Burroughs, Allen Ginsberg, Paul Bowles, Gregory Corso



               Corso, Bowles y Burroughs. En segundo plano, acuclillados, Sommerville y Michael Portman.



                       Paul Bowles, Allen Ginsberg, Burroughs, Corso y Michael Portman. 
















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