miércoles, 21 de agosto de 2019

La Plaza de Sant Felip Neri

                                                            Fachada de la iglesia de Sant Felip Neri

Esta mañana he ido a la Plaza de Sant Felip Neri adonde he llegado paseando con mi hija pequeña. Quería que viese las señales que dejó en la plaza el bombardeo de la aviación italiana del día 30 de enero de 1938. Durante la guerra civil, los Savoia Marchetti, bombarderos de la aviación de Mussolini, despegaban del aeropuerto de Mallorca y volaban hasta Barcelona dejando caer su carga de muerte. En conjunto, fueron muchos vuelos. Aquel día de enero,  el bombardeo afectó a Ciutat Vella, cuando en la plaza jugaba un grupo de niños de Alcala de Henares, refugiados en Barcelona. Murieron más de 42 personas en la plaza, de ellos 20 niños.
Quienes tiraron las bombas no sabían que los puntitos negros que se movían  en la plaza eran niños jugando  y corriendo tras una pelota.  En el muro de la iglesia, persisten hoy los desconchados que provocó la metralla. Quería que los viese y la semana próxima la llevaré a Vic para que conozca el lugar donde hace casi treinta años ETA  causó una matanza en el cuartel de la guardia civil. Los etarras que lanzaron un coche lleno de amonal y metralla contra el patio del cuartel sí vieron que había niños jugando.  Zubieta, uno de los etarras del comando,  cuando se le juzgó por el hecho,  a la pregunta de la acusación de  "si no vio a los niños jugar segundos antes de lanzar el vehículo explosivo",  respondió que  “ése es un hecho que no valoramos porque no es nuestro problema que los guardias civiles utilicen a los niños como escudos humanos”   En el atentado de Vic murieron cinco niños y otros tantos adultos.  Pero esto será la semana próxima

                                 Atentado de ETA contra la casa cuartel de la guardia civil en Vic. 29 de mayo de 1991. 

 Cansados de la excursión hemos entrado en la iglesia de la plaza buscando la frescura del interior. Solo tres personas en los bancos y sonaba el órgano ¡¡¡la música con que da comienzo la película de El abominable Dr. Phibes!!!. Me he acercado al órgano. Una persona con el aspecto de haberse caído de pequeño en la marmita donde el brujo de su tribu preparaba los hongos para las ceremonias religiosas accionaba el instrumento.
Salimos al exterior y volvemos a casa. Si me da tiempo quiero terminar de leer esta tarde  Los canibales (Mangez-le si vous voulez)  de Jean Teule. Una novelita que me está costando mucho terminar,  porque me turba y que quisiera tirar a la basura y olvidarme de ella.  Narra un hecho real, la tortura a la que es sometido un pequeño burgués en un pueblo francés durante la guerra franco´-prusiana de 1870 por una muchedumbre enloquecida que lo confunde con un espía del enemigo. Alain de Moneys fue detenido, torturado, descoyuntado y comido por sus vecinos.  Me recuerda la historia a la película Furia de Fritz Lang,  donde un inocente está a punto de ser linchado por una masa enajenada, pero en este caso no hay perritos, cacahuetes,  Spencer Tracy ni tomas que estéticamente anulen el horror de lo que narran.  Siendo terrible lo que cuenta Jean Teule, una masa que se abandona por unas horas a un furor homicida que hace añicos a un ser de esa comunidad, nunca se acercará su horror a la planificación metódica del terror por un grupo  con  propósitos políticos.

 Malos tiempos le esperan a mi hija. Ojala,  el horror que durante toda su vida le mostrará el televisor no se le acerque demasiado. []




  Esta foto y las dos siguientes son del grupo de niños del colegio Antonio Solis de  Alcalá de Henares que sufrieron el impacto de la bomba. Fot: Branguli. 







domingo, 16 de julio de 2017

Los tiempos cambian; el castigo al chivato permanece

                                                                                                       1935



A principios de los años ochenta, trabajé un verano en la cárcel Modelo. Los servicios sanitarios de la Modelo tenían tantos médicos como galerías y cada médico estaba al cuidado de una. La cuarta, en aquellos años destinada a multirreincidentes y presos conflictivos, le tocaba al último que llegaba. A mi, en este caso.

El trabajo no era demasiado complicado. En cada galería, una de las celdas de la planta baja estaba destinada a consulta médica. Una mesa, dos sillas y una camilla. Nada más. No había un botiquín porque hubiese desaparecido el material a las pocas horas, y cada médico llegaba con el material que necesitaría. Algunos medicamentos, de preferencia antibióticos diversos y analgésicos, hojas de receta por si la situación requería otros fármacos, un fonendo, linterna, vendas, gasas y material de curas. Y guantes. Muchos guantes que había mucho miedo con el contagio al SIDA. Si el asunto no se solucionaba con lo que llevaba el médico, tenía la opción de trasladar al recluso a la enfermería de la cárcel, que se encontraba en un módulo aparte de las galerías, donde se disponía de camas, material quirúrgico básico y para exploraciones.

Se pasaba visita y, lo mismo en la Modelo que en cualquier otra consulta médica, para algunos pacientes el médico es la puerta a otros objetivos. Eran años de heroína y toxicómanos. Unos cuantos presos presionaban para obtener el Rohipnol.

-¿que te pasa?

-No puedo dormir. Quiero Rohipnol.

-Si, hace calor.

Era verdad, aquel verano hacía un calor espantoso. La Modelo estaba sobreocupada y dormían varios en una celda. Las literas de rigor y una o dos colchonetas puestas en el suelo de cada celda. Menos en las de los kies, allí no había literas en el suelo ni hacinamiento.

El Rohipnol era un producto muy apreciado por los adictos a la heroina. Permitía pasar mejor el mono y, lo que era preferible para el toxicómano, se podia vender y usarlo como objeto de trueque. En la Modelo, una caja de Rohipnol era un chollo.

Nunca se aceptaba la petición de Rohipnol. Que por otro lado es muy adictivo. Quien toma Rohipnol para dormir, a las pocas semanas duerme igual de mal que antes de empezar a usarlo y además está enganchado al fármaco.

-No hay Rohipnol.

-Hágame una receta.

-No te voy a hacer ninguna receta. No hay Rohipnol. No hay buenos medicamentos para el insomnio (como si al preso le importaran una mierda mis disquisiciones sobre la falta de eficacia del arsenal farmacológico para el insomnio. El hombre presionaba para conseguir Rohipnol y ya está)

-Pues, -y levantaba la voz-, yo necesito dormir y esto es un abuso y me voy a quejar a la dirección de la cárcel. Que usted pasa de mi y lo único que me va bien para el insomnio es el Rohipnol

-Quéjate y sal de la celda que aún tengo muchas visitas.
 
-Mecaguenmismuertos y que tenga que ser yo tan desgraciado de que me toque un médico tan malaje. Enrróllese, hombre, que estoy muy chungo.
 

El preso porfiaba un rato más, con mucho visaje de cara, Terminaba yéndose. No se trataba de nada personal, yo era nuevo y el hombre tanteaba hasta que punto era yo sensible a la presión. No sabía que yo venía de una consulta de la seguridad social y algunas viejecitas eran contumaces hasta un punto que el preso no podía ni imaginar, así que llevaba el entrenamiento hecho cuando entré a trabajar en la Modelo. Al día siguiente volvería a dar la matraca con su insomnio y el Rohipnol. Y eso que en la cárcel había bastante tráfico de Rohipnol. Pero se pagaba caro. Imagino que lo entraban las mujeres dentro de la vagina cuando el vis-a-vis.

La situacion con el Rohipnol se repetía con unos cuantos presos y formaba parte de la rutina diaria. A veces tenía una consulta tranquila, sobre todo cuando el preso de confianza al que le tocaba acompañarme en la visita, en lugar de escaquearse y dedicarse por la galería a sus trapicheos, que era lo usual, se quedaba conmigo. Aquel día apenas solicitaban Rohipnol.

Estaban, pero eso fuera de la consulta, las situaciones que surgían en otros momentos, al margen de la visita médica. Hacia calor, los ánimos estaban muy crispados, el preso valoraba de un modo muy crítico el trato que recibía de los funcionarios y la administración de justicia, así que cuando no salían las cosas como deseaba, una petición al juez denegada, una sanción por algún comportamiento, que le habían retirado de cocina y ya no podría trapichear con los alimentos que escaquease, que le habían puesto en una celda con gente de otros países, muchos otros motivos muy variados, a veces se chinaba, se hacía un corte en el cuerpo con una cuchilla. Por lo general en el brazo. Si el corte lo practicaban con la mano dominante en el otro brazo, se podía contar con que el corte sería superficial. Pero a veces alguno había bebido, siempre había bebida si podían pagarla, y ofuscado con el pedo que llevaba usaba para cortar la mano torpe. Entonces el corte era irregular y en ocasiones profundo.

El problema venía cuando se cortaban varios a la vez y se ponían a dar vueltas por el patio sin dejar que los funcionarios los llevasen a enfermería. Cuando se cansaban de correr y de sangrar, eran cinco o diez que exigían un trato inmediato. Si sucedía por las tardes la performance en grupo, solo había un médico y un enfermero de guardia para el gentío sangrante, irascible y quejoso. Que llevo una hora sangrando y me voy a morir. De esas maneras aparatosas de expresar una queja, la más sencilla para nosotros era cuando uno se cosía los labios. Quedaba muy aparente, muy vistoso, pero era la lesión más fácil de resolver, no se necesitan puntos y con una hoja de bisturí cortas el hilo. Y le das antibiótico de amplio espectro porque a saber que hilo era, donde había estado guardado y que compañeritos microscópicos llevaba la aguja.

Y otra situación, que es la que quería traer aquí, el trato a los chivatos. Supongo que al chivato que arruinase la vida a alguien, si ese alguien tenía padrinos y peso en la cárcel, se le putearía hasta lo indecible. Pero el chivateo menor, señor funcionario, fulanito me ha quitado la comida que me ha enviado la familia, o asuntos similares, se castigaba cuando el chivato estaba en la ducha y alguien le clavaba un pincho en la nalga. Me decían que una vez un preso pinchado había muerto desangrado en la ducha, pero quien lo contaba se lo había oído contar a otros, nada de testigo directo. Un pinchazo en la nalga, el castigo al chivato.

Y me encuentro una nota periodística de los años veinte en donde a un chivato se le trata del mismo modo que en la Modelo de sesenta años más tarde.

La nota es de Correspondencia Militar, un periodico que debía destinarse a los cuartos de banderas y a las familias de los militares.

La nota era sobre un legionario dado de baja en Barcelona por motivos de salud. Recibe una cantidad de dinero como gratificación o finiquito y a las pocas horas acude al juzgado de guardia a denunciar el robo de una parte del dinero por parte de un limpiabotas. Al salir del juzgado, los amigos del limpiabotas le dan una paliza. Vuelve al juzgado, relata las novedades, sale a la calle acompañado por un policia y alguien le clava un pincho en la nalga. El castigo al chivato. Los tiempos cambian, pero el castigo al chivato permanece.
 
 
                                                                                   La Correspondencia Militar. 1925.
 
 

Espero que no tiren toda la Modelo. Es un panóptico como hay pocos ejemplos en Barcelona.

sábado, 3 de junio de 2017

Marina Ginesta, una revolucionaria precoz.




Es sobradamente conocida la fotografía que Hans Gutmann (al que nosotros llamamos Juan Guzmán) hace de Marina Ginesta en el techo del Hotel Colón de Plaza de Cataluña el 21 de julio de 1936.
Dos días antes, la plaza ha sido ocupada por las tropas sublevadas que se han hecho fuertes en el Hotel Colon, el Casino Militar, los pisos inferiores de la telefónica, la Maisón Dorée y la terraza del Cine Cataluña. Desalojarlos ha llevado todo el día y muchos muertos. Los anarquistas, la guardia civil y la guardia de asalto han tenido que emplearse a fondo para vencer la resistencia de los militares. Ahora, en el momento de la foto, Marina sonríe altiva, segura del triunfo de la revolución proletaria. Nadie prevé tres años de penalidades y varios decenios de sometimiento.

Durante la guerra, Marina será la interprete de Mijail Koltsov, corresponsal de guerra de Pravda, y al terminar la contienda se exilia en Francia y más tarde en México y Venezuela. Aún no hace tres años que murió

Tenemos un retrato bastante completo de la vida de Marina Ginesta desde que sube a la terraza del Hotel Colón en los inicios de la guerra, hasta que muere en 2014. También sabemos por qué nació en Toulouse, quienes fueron sus padres, la militancia comunista de toda la familia. Podemos leer la semblanza que hacen de ella, Koltsov y Teresa Pamies.

Hoy, vaciando números de La Publicitat, el órgano de prensa de Acció Catalana, buscando noticias sobre el barrio chino de preguerra, me encuentro con una nota que hace referencia directa a Marina Ginesta, y sobre un hecho que para mi es novedoso y del que no había leído nada con anterioridad.

El 29 de mayo de 1932, domingo, tiene lugar en la barriada de Sants una manifestación comunista (del Partido Comunista Español dice la nota de prensa no recordando que desde 1921 se llama Partido Comunista de España). La manifestación se produce en solidaridad con los deportados del Buenos Aires. El Buenos Aires es un barco mercante que traslada a la colonia de Villa Cisneros a un centenar de detenidos por los sucesos del Alt Llobregat de febrero de aquel año, cuando se produjo una insurrección anarquista que proclamó el comunismo libertario en la región.

Los manifestantes se concentran en la calle Premia, cabe suponer que en la Plaza de Huesca, y desde allí con una bandera roja que lleva “bordada” la hoz y el martillo y una pancarta sobre los deportados del Buenos Aires, recorren la calle de Sants hasta la Plaza de España. Cantan La Internacional y corean los gritos de rigor correspondiente. En la Plaza de España les espera la guardia civil, por lo que dan media vuelta internándose por las calles de Sants hasta la calle Vilardell en donde les sale al paso un grupo de la guardia civil más varios guardias de asalto. Tras varias escaramuzas son detenidos varios de los manifestantes y trasladados a comisaria.

Entre los detenidos hay dos niñas de trece y once años de edad. La mayor es Marina Ginesta (que en la crónica llaman Maria Ginesta Coloma, natural de Tolosa y avecindada en Barcelona. La coincidencia de los dos apellidos, del lugar de nacimiento y de la edad hace impensable que pueda tratarse de otra persona que Marina Ginesta y solo cabe achacar el cambio de nombre a un error del periodista). La más pequeña se llama María Giner López. Ambas declaran pertenecer a los Pioneros Rojos, rama infantil de las juventudes comunistas. En el monedero de Marina Ginesta se encuentra un carnet de afiliación a los Pioneros Rojos, con sellos de cotización.
 
 
 
 
 
 
 
 

La nota de prensa incluía un dibujo con dos niños de los Pioneros Rojos, llevando una pancarta con la hoz y el martillo y la bandera de los piratas.  El dibujo está firmado por apa que es el pseudónimo que usaba el pintor Feliu Elias en el dibujo caricaturesco.
 
 
 
 

Puede que esta nota de prensa sea la entrada de Marina Ginesta en la historia de las luchas revolucionarias de los años treinta.

viernes, 12 de mayo de 2017

Susan Sontag y las metáforas.



                                                    Annie Leibovitz: Susan Sontag con disfraz de oso


 
"Mozart, Pascal, Boolean algebra, Shakespeare, parliamentary goovernment, baroque churches, Newton, the emancipation of women, Kant, Balanchine ballets, et al. don't  redeem what this particular civilization has wrought upon the world. The white race is the cancer of human history”.

 ("Mozart, Pascal, álgebra booleana, Shakespeare, gobierno parlamentario, iglesias barrocas, Newton, la emancipación de la mujer, Kant, ballets de Balanchine, et alii. no redimen lo que esta civilización ha causado al mundo. LA RAZA BLANCA ES EL CÁNCER DE LA HISTORIA HUMANA".
[macarrónica traducción y mayúsculas son mias])
Una de las cogitaciones de Susan Sontag. En el Partisan Review del invierno de 1967.

 
Es decir, para aclarar aunque ya lo deja más que claro Susan Sontag, cuanto mejor, cuanto más feliz, hubiese sido la humanidad sin esa lacra que fue, que es, la raza blanca, donde cada logro que consigue tiene su reverso tenebroso: el método científico, la bomba atómica; Mozart, los Sex Pistols o mucho peor, Julio Iglesias; las iglesias barrocas, la concepción de una sexualidad limitada a la reproducción; el aumento de la producción de alimentos, los procesos industriales con su contaminación y su alienación laboral; Shakespeare, las novelas de Corín Tellado y más allá de lo infame, las novelas de Lobsang Rampa; la razón occidental, colonias, esclavos y apropiación de las riquezas de otros pueblos. Y así podríamos continuar indefinidamente.
Sontag estaba en lo mismo que Sastre cuando escribió el prefacio a Los condenados de la tierra de Frantz Fanon: matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro, suprimir a la vez a un opresor y a un oprimido: quedan un hombre muerto y un hombre libre.


Que distinta de la occidental, la vida en armonía con la naturaleza del resto de humanos, tártaros, jemeres rojos, aztecas y tantos otros.


Diez años más tarde, Sontag publicaba La enfermedad y sus metáforas sobre el papel de las metáforas en el cáncer: metáforas para designar la enfermedad y su modo de afectar al organismo,  y también el cáncer como metáfora de fenómenos incontrolados y negativos que se dan en el mundo actual. Se olvidó de incluir en el libro la metáfora de la raza blanca como cáncer de la humanidad.
 
 
Habían pasado unos años y los picores de los años sesenta habían revelado sus limites: terrorismo en occidente con el único efecto de apuntalar el sistema que pretendía combatir, los comunismos asiáticos con el genocidio camboyano de los jeremes rojos y los boat people vietnamitas, los africanos con una Etiopia que provocaba la hambruna de Eritrea y llenaba las televisiones de imágenes de niños panzudos y con unas piernas delgadas hasta el punto que apenas les permitían sostenerse en pie.
O a lo mejor era porque en el intervalo entre el comentario en el Partisan Review y su libro se le había diagnosticado un cáncer de máma y gracias a esa medicina que es uno de los resultados del marco mental y social de Occidente, lo había superado. Como superó un segundo cáncer, un sarcoma de útero, y terminó falleciendo por una leucemia. Ya eran muchos tumores.


Años más tarde de la publicación del libro de Sontag, me encontraba matriculado en un curso organizado por el Colegio de Médicos de Barcelona sobre sociología de la enfermedad y uno de los ponentes era Jesús de Miguel, un hermano petulante de Amando de Miguel. En un momento de su disertación, preguntó cuantos de los asistentes habíamos leído La enfermedad y sus metáforas. Nosotros ya no estabamos en la fase de levantar la mano en clase y además somos de poco aspaviento, así que nadie en la sala respondió en el entendimiento de que se daría cuenta de que se encontraba delante de profesionales que habían invertido un tiempo y un dinero para que les aclararan ciertos aspectos sociales de su campo de trabajo y no para pasar por un examen de conocimientos.


Jesús de Miguel aprovechó nuestra mudez para interpretar que la misma era el resultado del desconocimiento y desviar su exposición hacia la falta de interés de la clase médica por la literatura que aborda la relación entre médico y paciente. Claro que era difícil, continuaba de Miguel, hacerse una idea de lo publicado en ese terreno cuando apenas leemos nada más que prensa deportiva. Creo que en aquellos años, Jesús de Miguel tenía una sinecura en forma de asesor del ministro de sanidad de uno de los gobiernos socialistas. Uno de esos cargos cuya función se limitaba a convencer al ministro de la necesidad de reducir el porcentaje de sanitarios que fuman, que hay que ver el mal ejemplo que dan a los enfermos. Al terminar la clase, y sin que de nuestras bocas saliera la menor pregunta, nos despedimos afablemente de esa persona y salimos al aire fresco de la calle.


Coincido con Susan Sontag en algo. Hay un producto de Occidente, de la “raza blanca” que ha causado mucho dolor y es el invento del intelectual.  El intelectual: aquella persona que sin tener la menor idea de nada, salvo la que se pueda conseguir frecuentando a otros de su mismo gremio, se siente investido de la misión de decirle a la humanidad como tiene que orientar su querer y como ha de organizarse en sociedad. En el mejor de los casos, evacuadores de textos que se pierden en los rincones de la biblioteca, en el peor, incitadores para que alguien decida pasar de la teoría al acto y empuñe un arma.

jueves, 11 de mayo de 2017

Pareja en trance




                                                                                   Weegee




Es una epifanía. La manifestación de un fenómeno que sobrepasa lo humano. El y ella en este momento no son ellos,  sino el medio a través del que se manifiesta una emoción. Y siendo el momento en el que son menos ellos, son estos los momentos que todos buscamos y recordamos, aquellos en que trascendemos la normal condición humana.


Hay un verso muy malo de Borges que es un poco esto. Dice -o recuerdo que dice, que no se bien donde lo dijo- "en el instante vertiginoso del coito todos los hombres son el mismo hombre". Aparte de la cursileria "objetivista" de llamarle coito y aparte de la perplejidad que provoca la expresión "instante vertiginoso" (uno se imagina a Speedy Gonzalez), es verdad que en el acto de abandonarse al  juego del amor, todos los hombres somos el mismo hombre. No actua el cálculo, el razonamiento, somos los vehiculos a través de los que se expresa la especie.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Una manifestación por los derechos de los homosexuales en 1977






En 1977, aún vigente la Ley de Peligrosidad Social que permitía encerrar a los homosexuales como moralmente pervertidos, se celebró en Barcelona la primera manifestación en favor de los derechos de los homosexuales y por la derogación de la citada ley. Una manifestación no autorizada, como tantas entonces, y que contó con una asistencia de unas 5.000 personas. La manifestación subió por las Ramblas y fue disuelta al poco de empezar por los grises. A partir de ese momento y durante varias horas menudearon los saltos de manifestantes por las zonas aledañas. En cuanto se volvían a juntar varios cientos de personas, se cortaba la calle pidiendo amnistía sexual.



Yo era uno de los participantes en aquella manifestación. Después de haber militado varios años en un partido maoísta cuyas siglas eran PTE,  del que me fui cuando la decisión del partido de organizar soviets de soldados en los cuarteles de reclutas  me convenció, sin que de ello me cupiera la menor duda,  de la deriva delirante del partido, y de un breve paso por otro partido maoista conocido como Bandera Roja en donde la actividad partidista se limitaba a discutir unos textos imposibles  aprobados en alguna conferencia local sobre la responsabilidad de la URSS en el acoso que sufría China, la patria del proletariado, me encontraba huérfano de partido y acudía a todas las manifestaciones que se convocaban en Barcelona, sin importar demasiado el lema de la convocatoria. Total, todas resultaban en un ataque al capital que era la causa última de los males que nos asolaban.



Hubo un momento en el desarrollo de la manifestación por los derechos de los homosexuales, en el que nos encontramos muchos en Plaza Cataluña. A un lado los manifestantes, unas decenas de metros más allá los grises que bajaban de varias furgonetas y se preparaban para disolvernos. Con la exaltación del momento, me adelanté unos pasos para que se me oyera bien y retando a la policía les grité: ¡¡¡¡Maricoooooonessssss!!!!!.


Durante un instante todo se paralizó y convergieron en mí todas las miradas, las de la policía insultada y las de los manifestantes. Y no eran las más hostiles las de la policía. Rompió ese momento que empezaba a hacérseme eterno, la carga de la policía golpeando con saña todo lo que pillaban por delante.



Hoy, estoy convencido de que en una manifestación parecida, si alguien le grita “maricones” a la policía, el resto corearía “maricones, maricones”, sin cortarse. Pero aquello lo organizó, si no recuerdo mal,  una entidad que se llamaba FAGC, el Front d'Alliberament Gay de Catalunya, en cuya dirección había un grupo de intelectuales de lo más granado y muy interesados en dar cuenta de que el lenguaje era un ámbito que transmitía valores machistas. Muy progres y muy socialdemócratas.


Yo los conocía un poco porque colaboraban con un grupo que formamos en la facultad para hacer educación sexual en las asociaciones de vecinos. Siempre estaban al fondo del local escuchando. Tú sacabas de una caja pongamos que un preservativo, un diafragma, unos anticonceptivos hormonales y explicabas su función, como se colocaban, esas cosas. Ellos escuchaban. Al terminar la charla y las preguntas, ya fuera del local de la asociación, empezaba su puteo: que has usado el genérico masculino, o sea que hay que decir compañeros y compañeras y no solo compañeros, que los padres son los padres y las madres, etc. Una joda que no terminaba.



Estos del FAGC movilizaron a todos los que pudieron, y no fueron pocos, que había unas 5.000 personas en la manifestación y nadie ignoraba que la policía iba a cargar. Pero salvo las locas de primera fila, el resto eran personas que seguían las consignas del FAGC. No había maricones sino homosexuales. Todo muy digno.


La foto es de aquella manifestación.

martes, 9 de mayo de 2017

Ingrid Bergman en Stromboli






En 1945, Ingrid Bergman protagoniza Encadenados. La película que Truffaut prefería de entre todas las de Hitchcock. Una película perfecta. Con un Gary Grant borde que coloca en el lecho del enemigo a quien tiene tan enamorada que, por no defraudarle,  acepta el sacrificio a sabiendas de que con ello Grant la tomará por aquello que hace que los hombres de la época se aproximen pero de quien huyen sin comprometerse.
Durante el rodaje, Ingrid Bergman que llevaba casada con un dentista sueco siete años, el tiempo que tarda la rutina en apoderarse de una pareja como nos mostró Billy Wilder, vivía su propia historia de amor con Robert Capa. Ya de paso, Capa le enseñó a apreciar el cine europeo, y así fue como un día Ingrid Bergman entró en un cine de New York y vió Roma citta aperta y Paisa. Era el año 1948 y al salir del cine le faltó tiempo para escribir a Rossellini.


"Sr. Rosellini: He visto sus películas Ciudad abierta y Paisa, que me gustaron muchísimo. Si necesita a una actriz sueca que habla muy bien ingles, que no ha olvidado su alemán, que puede hacerse entender en francés y que en italiano solo sabe decir "ti amo" estoy lista para ir a hacer una película con usted".


En aquellos momentos ella era probablemente la actríz más famosa del mundo y escribía a un director que ni siquiera era conocido en su país. A Rosellini le faltó tiempo para decirle que acudiese a Italia y que fuese la protagonista de la película que quería rodar, Stromboli,


Durante el rodaje, Ingrid Bergman quedó embarazada de Rosellini y decidieron vivir juntos mientras entablaban sendos procesos de divorcio para poder casarse. La circunstancia de abandonar marido e hijo y vivir amancebada con un europeo sentó muy mal en Estados Unidos. Hasta el punto de que un senador por Colorado Edwin C. Johnson en una sesión del Senado se refirió a ella como practicante del amor libre y una poderosa influencia maligna.


Durante varios años, Ingrid Bergman vivió en Europa con Rosellini, despreciada por la industria americana del cine. Siete años más tarde, con tres hijos más, abandonó a su director italiano para refugiarse en los brazos de un empresario sueco. Volvió a los Estados Unidos y rodó Anastasia. Y consiguió un Oscar.


Gordon Parks, excelente fotógrafo y amigo de Ingrid Bergman, acudió al rodaje de Stromboli para hacer un reportaje que publicó la revista LIFE.  Todas las fotos de esta entrada son del reportaje de Gordon Parks.