domingo, 16 de julio de 2017

Los tiempos cambian; el castigo al chivato permanece

                                                                                                       1935



A principios de los años ochenta, trabajé un verano en la cárcel Modelo. Los servicios sanitarios de la Modelo tenían tantos médicos como galerías y cada médico estaba al cuidado de una. La cuarta, en aquellos años destinada a multirreincidentes y presos conflictivos, le tocaba al último que llegaba. A mi, en este caso.

El trabajo no era demasiado complicado. En cada galería, una de las celdas de la planta baja estaba destinada a consulta médica. Una mesa, dos sillas y una camilla. Nada más. No había un botiquín porque hubiese desaparecido el material a las pocas horas, y cada médico llegaba con el material que necesitaría. Algunos medicamentos, de preferencia antibióticos diversos y analgésicos, hojas de receta por si la situación requería otros fármacos, un fonendo, linterna, vendas, gasas y material de curas. Y guantes. Muchos guantes que había mucho miedo con el contagio al SIDA. Si el asunto no se solucionaba con lo que llevaba el médico, tenía la opción de trasladar al recluso a la enfermería de la cárcel, que se encontraba en un módulo aparte de las galerías, donde se disponía de camas, material quirúrgico básico y para exploraciones.

Se pasaba visita y, lo mismo en la Modelo que en cualquier otra consulta médica, para algunos pacientes el médico es la puerta a otros objetivos. Eran años de heroína y toxicómanos. Unos cuantos presos presionaban para obtener el Rohipnol.

-¿que te pasa?

-No puedo dormir. Quiero Rohipnol.

-Si, hace calor.

Era verdad, aquel verano hacía un calor espantoso. La Modelo estaba sobreocupada y dormían varios en una celda. Las literas de rigor y una o dos colchonetas puestas en el suelo de cada celda. Menos en las de los kies, allí no había literas en el suelo ni hacinamiento.

El Rohipnol era un producto muy apreciado por los adictos a la heroina. Permitía pasar mejor el mono y, lo que era preferible para el toxicómano, se podia vender y usarlo como objeto de trueque. En la Modelo, una caja de Rohipnol era un chollo.

Nunca se aceptaba la petición de Rohipnol. Que por otro lado es muy adictivo. Quien toma Rohipnol para dormir, a las pocas semanas duerme igual de mal que antes de empezar a usarlo y además está enganchado al fármaco.

-No hay Rohipnol.

-Hágame una receta.

-No te voy a hacer ninguna receta. No hay Rohipnol. No hay buenos medicamentos para el insomnio (como si al preso le importaran una mierda mis disquisiciones sobre la falta de eficacia del arsenal farmacológico para el insomnio. El hombre presionaba para conseguir Rohipnol y ya está)

-Pues, -y levantaba la voz-, yo necesito dormir y esto es un abuso y me voy a quejar a la dirección de la cárcel. Que usted pasa de mi y lo único que me va bien para el insomnio es el Rohipnol

-Quéjate y sal de la celda que aún tengo muchas visitas.
 
-Mecaguenmismuertos y que tenga que ser yo tan desgraciado de que me toque un médico tan malaje. Enrróllese, hombre, que estoy muy chungo.
 

El preso porfiaba un rato más, con mucho visaje de cara, Terminaba yéndose. No se trataba de nada personal, yo era nuevo y el hombre tanteaba hasta que punto era yo sensible a la presión. No sabía que yo venía de una consulta de la seguridad social y algunas viejecitas eran contumaces hasta un punto que el preso no podía ni imaginar, así que llevaba el entrenamiento hecho cuando entré a trabajar en la Modelo. Al día siguiente volvería a dar la matraca con su insomnio y el Rohipnol. Y eso que en la cárcel había bastante tráfico de Rohipnol. Pero se pagaba caro. Imagino que lo entraban las mujeres dentro de la vagina cuando el vis-a-vis.

La situacion con el Rohipnol se repetía con unos cuantos presos y formaba parte de la rutina diaria. A veces tenía una consulta tranquila, sobre todo cuando el preso de confianza al que le tocaba acompañarme en la visita, en lugar de escaquearse y dedicarse por la galería a sus trapicheos, que era lo usual, se quedaba conmigo. Aquel día apenas solicitaban Rohipnol.

Estaban, pero eso fuera de la consulta, las situaciones que surgían en otros momentos, al margen de la visita médica. Hacia calor, los ánimos estaban muy crispados, el preso valoraba de un modo muy crítico el trato que recibía de los funcionarios y la administración de justicia, así que cuando no salían las cosas como deseaba, una petición al juez denegada, una sanción por algún comportamiento, que le habían retirado de cocina y ya no podría trapichear con los alimentos que escaquease, que le habían puesto en una celda con gente de otros países, muchos otros motivos muy variados, a veces se chinaba, se hacía un corte en el cuerpo con una cuchilla. Por lo general en el brazo. Si el corte lo practicaban con la mano dominante en el otro brazo, se podía contar con que el corte sería superficial. Pero a veces alguno había bebido, siempre había bebida si podían pagarla, y ofuscado con el pedo que llevaba usaba para cortar la mano torpe. Entonces el corte era irregular y en ocasiones profundo.

El problema venía cuando se cortaban varios a la vez y se ponían a dar vueltas por el patio sin dejar que los funcionarios los llevasen a enfermería. Cuando se cansaban de correr y de sangrar, eran cinco o diez que exigían un trato inmediato. Si sucedía por las tardes la performance en grupo, solo había un médico y un enfermero de guardia para el gentío sangrante, irascible y quejoso. Que llevo una hora sangrando y me voy a morir. De esas maneras aparatosas de expresar una queja, la más sencilla para nosotros era cuando uno se cosía los labios. Quedaba muy aparente, muy vistoso, pero era la lesión más fácil de resolver, no se necesitan puntos y con una hoja de bisturí cortas el hilo. Y le das antibiótico de amplio espectro porque a saber que hilo era, donde había estado guardado y que compañeritos microscópicos llevaba la aguja.

Y otra situación, que es la que quería traer aquí, el trato a los chivatos. Supongo que al chivato que arruinase la vida a alguien, si ese alguien tenía padrinos y peso en la cárcel, se le putearía hasta lo indecible. Pero el chivateo menor, señor funcionario, fulanito me ha quitado la comida que me ha enviado la familia, o asuntos similares, se castigaba cuando el chivato estaba en la ducha y alguien le clavaba un pincho en la nalga. Me decían que una vez un preso pinchado había muerto desangrado en la ducha, pero quien lo contaba se lo había oído contar a otros, nada de testigo directo. Un pinchazo en la nalga, el castigo al chivato.

Y me encuentro una nota periodística de los años veinte en donde a un chivato se le trata del mismo modo que en la Modelo de sesenta años más tarde.

La nota es de Correspondencia Militar, un periodico que debía destinarse a los cuartos de banderas y a las familias de los militares.

La nota era sobre un legionario dado de baja en Barcelona por motivos de salud. Recibe una cantidad de dinero como gratificación o finiquito y a las pocas horas acude al juzgado de guardia a denunciar el robo de una parte del dinero por parte de un limpiabotas. Al salir del juzgado, los amigos del limpiabotas le dan una paliza. Vuelve al juzgado, relata las novedades, sale a la calle acompañado por un policia y alguien le clava un pincho en la nalga. El castigo al chivato. Los tiempos cambian, pero el castigo al chivato permanece.
 
 
                                                                                   La Correspondencia Militar. 1925.
 
 

Espero que no tiren toda la Modelo. Es un panóptico como hay pocos ejemplos en Barcelona.

sábado, 3 de junio de 2017

Marina Ginesta, una revolucionaria precoz.




Es sobradamente conocida la fotografía que Hans Gutmann (al que nosotros llamamos Juan Guzmán) hace de Marina Ginesta en el techo del Hotel Colón de Plaza de Cataluña el 21 de julio de 1936.
Dos días antes, la plaza ha sido ocupada por las tropas sublevadas que se han hecho fuertes en el Hotel Colon, el Casino Militar, los pisos inferiores de la telefónica, la Maisón Dorée y la terraza del Cine Cataluña. Desalojarlos ha llevado todo el día y muchos muertos. Los anarquistas, la guardia civil y la guardia de asalto han tenido que emplearse a fondo para vencer la resistencia de los militares. Ahora, en el momento de la foto, Marina sonríe altiva, segura del triunfo de la revolución proletaria. Nadie prevé tres años de penalidades y varios decenios de sometimiento.

Durante la guerra, Marina será la interprete de Mijail Koltsov, corresponsal de guerra de Pravda, y al terminar la contienda se exilia en Francia y más tarde en México y Venezuela. Aún no hace tres años que murió

Tenemos un retrato bastante completo de la vida de Marina Ginesta desde que sube a la terraza del Hotel Colón en los inicios de la guerra, hasta que muere en 2014. También sabemos por qué nació en Toulouse, quienes fueron sus padres, la militancia comunista de toda la familia. Podemos leer la semblanza que hacen de ella, Koltsov y Teresa Pamies.

Hoy, vaciando números de La Publicitat, el órgano de prensa de Acció Catalana, buscando noticias sobre el barrio chino de preguerra, me encuentro con una nota que hace referencia directa a Marina Ginesta, y sobre un hecho que para mi es novedoso y del que no había leído nada con anterioridad.

El 29 de mayo de 1932, domingo, tiene lugar en la barriada de Sants una manifestación comunista (del Partido Comunista Español dice la nota de prensa no recordando que desde 1921 se llama Partido Comunista de España). La manifestación se produce en solidaridad con los deportados del Buenos Aires. El Buenos Aires es un barco mercante que traslada a la colonia de Villa Cisneros a un centenar de detenidos por los sucesos del Alt Llobregat de febrero de aquel año, cuando se produjo una insurrección anarquista que proclamó el comunismo libertario en la región.

Los manifestantes se concentran en la calle Premia, cabe suponer que en la Plaza de Huesca, y desde allí con una bandera roja que lleva “bordada” la hoz y el martillo y una pancarta sobre los deportados del Buenos Aires, recorren la calle de Sants hasta la Plaza de España. Cantan La Internacional y corean los gritos de rigor correspondiente. En la Plaza de España les espera la guardia civil, por lo que dan media vuelta internándose por las calles de Sants hasta la calle Vilardell en donde les sale al paso un grupo de la guardia civil más varios guardias de asalto. Tras varias escaramuzas son detenidos varios de los manifestantes y trasladados a comisaria.

Entre los detenidos hay dos niñas de trece y once años de edad. La mayor es Marina Ginesta (que en la crónica llaman Maria Ginesta Coloma, natural de Tolosa y avecindada en Barcelona. La coincidencia de los dos apellidos, del lugar de nacimiento y de la edad hace impensable que pueda tratarse de otra persona que Marina Ginesta y solo cabe achacar el cambio de nombre a un error del periodista). La más pequeña se llama María Giner López. Ambas declaran pertenecer a los Pioneros Rojos, rama infantil de las juventudes comunistas. En el monedero de Marina Ginesta se encuentra un carnet de afiliación a los Pioneros Rojos, con sellos de cotización.
 
 
 
 
 
 
 
 

La nota de prensa incluía un dibujo con dos niños de los Pioneros Rojos, llevando una pancarta con la hoz y el martillo y la bandera de los piratas.  El dibujo está firmado por apa que es el pseudónimo que usaba el pintor Feliu Elias en el dibujo caricaturesco.
 
 
 
 

Puede que esta nota de prensa sea la entrada de Marina Ginesta en la historia de las luchas revolucionarias de los años treinta.

viernes, 12 de mayo de 2017

Susan Sontag y las metáforas.



                                                    Annie Leibovitz: Susan Sontag con disfraz de oso


 
"Mozart, Pascal, Boolean algebra, Shakespeare, parliamentary goovernment, baroque churches, Newton, the emancipation of women, Kant, Balanchine ballets, et al. don't  redeem what this particular civilization has wrought upon the world. The white race is the cancer of human history”.

 ("Mozart, Pascal, álgebra booleana, Shakespeare, gobierno parlamentario, iglesias barrocas, Newton, la emancipación de la mujer, Kant, ballets de Balanchine, et alii. no redimen lo que esta civilización ha causado al mundo. LA RAZA BLANCA ES EL CÁNCER DE LA HISTORIA HUMANA".
[macarrónica traducción y mayúsculas son mias])
Una de las cogitaciones de Susan Sontag. En el Partisan Review del invierno de 1967.

 
Es decir, para aclarar aunque ya lo deja más que claro Susan Sontag, cuanto mejor, cuanto más feliz, hubiese sido la humanidad sin esa lacra que fue, que es, la raza blanca, donde cada logro que consigue tiene su reverso tenebroso: el método científico, la bomba atómica; Mozart, los Sex Pistols o mucho peor, Julio Iglesias; las iglesias barrocas, la concepción de una sexualidad limitada a la reproducción; el aumento de la producción de alimentos, los procesos industriales con su contaminación y su alienación laboral; Shakespeare, las novelas de Corín Tellado y más allá de lo infame, las novelas de Lobsang Rampa; la razón occidental, colonias, esclavos y apropiación de las riquezas de otros pueblos. Y así podríamos continuar indefinidamente.
Sontag estaba en lo mismo que Sastre cuando escribió el prefacio a Los condenados de la tierra de Frantz Fanon: matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro, suprimir a la vez a un opresor y a un oprimido: quedan un hombre muerto y un hombre libre.


Que distinta de la occidental, la vida en armonía con la naturaleza del resto de humanos, tártaros, jemeres rojos, aztecas y tantos otros.


Diez años más tarde, Sontag publicaba La enfermedad y sus metáforas sobre el papel de las metáforas en el cáncer: metáforas para designar la enfermedad y su modo de afectar al organismo,  y también el cáncer como metáfora de fenómenos incontrolados y negativos que se dan en el mundo actual. Se olvidó de incluir en el libro la metáfora de la raza blanca como cáncer de la humanidad.
 
 
Habían pasado unos años y los picores de los años sesenta habían revelado sus limites: terrorismo en occidente con el único efecto de apuntalar el sistema que pretendía combatir, los comunismos asiáticos con el genocidio camboyano de los jeremes rojos y los boat people vietnamitas, los africanos con una Etiopia que provocaba la hambruna de Eritrea y llenaba las televisiones de imágenes de niños panzudos y con unas piernas delgadas hasta el punto que apenas les permitían sostenerse en pie.
O a lo mejor era porque en el intervalo entre el comentario en el Partisan Review y su libro se le había diagnosticado un cáncer de máma y gracias a esa medicina que es uno de los resultados del marco mental y social de Occidente, lo había superado. Como superó un segundo cáncer, un sarcoma de útero, y terminó falleciendo por una leucemia. Ya eran muchos tumores.


Años más tarde de la publicación del libro de Sontag, me encontraba matriculado en un curso organizado por el Colegio de Médicos de Barcelona sobre sociología de la enfermedad y uno de los ponentes era Jesús de Miguel, un hermano petulante de Amando de Miguel. En un momento de su disertación, preguntó cuantos de los asistentes habíamos leído La enfermedad y sus metáforas. Nosotros ya no estabamos en la fase de levantar la mano en clase y además somos de poco aspaviento, así que nadie en la sala respondió en el entendimiento de que se daría cuenta de que se encontraba delante de profesionales que habían invertido un tiempo y un dinero para que les aclararan ciertos aspectos sociales de su campo de trabajo y no para pasar por un examen de conocimientos.


Jesús de Miguel aprovechó nuestra mudez para interpretar que la misma era el resultado del desconocimiento y desviar su exposición hacia la falta de interés de la clase médica por la literatura que aborda la relación entre médico y paciente. Claro que era difícil, continuaba de Miguel, hacerse una idea de lo publicado en ese terreno cuando apenas leemos nada más que prensa deportiva. Creo que en aquellos años, Jesús de Miguel tenía una sinecura en forma de asesor del ministro de sanidad de uno de los gobiernos socialistas. Uno de esos cargos cuya función se limitaba a convencer al ministro de la necesidad de reducir el porcentaje de sanitarios que fuman, que hay que ver el mal ejemplo que dan a los enfermos. Al terminar la clase, y sin que de nuestras bocas saliera la menor pregunta, nos despedimos afablemente de esa persona y salimos al aire fresco de la calle.


Coincido con Susan Sontag en algo. Hay un producto de Occidente, de la “raza blanca” que ha causado mucho dolor y es el invento del intelectual.  El intelectual: aquella persona que sin tener la menor idea de nada, salvo la que se pueda conseguir frecuentando a otros de su mismo gremio, se siente investido de la misión de decirle a la humanidad como tiene que orientar su querer y como ha de organizarse en sociedad. En el mejor de los casos, evacuadores de textos que se pierden en los rincones de la biblioteca, en el peor, incitadores para que alguien decida pasar de la teoría al acto y empuñe un arma.

jueves, 11 de mayo de 2017

Pareja en trance




                                                                                   Weegee




Es una epifanía. La manifestación de un fenómeno que sobrepasa lo humano. El y ella en este momento no son ellos,  sino el medio a través del que se manifiesta una emoción. Y siendo el momento en el que son menos ellos, son estos los momentos que todos buscamos y recordamos, aquellos en que trascendemos la normal condición humana.


Hay un verso muy malo de Borges que es un poco esto. Dice -o recuerdo que dice, que no se bien donde lo dijo- "en el instante vertiginoso del coito todos los hombres son el mismo hombre". Aparte de la cursileria "objetivista" de llamarle coito y aparte de la perplejidad que provoca la expresión "instante vertiginoso" (uno se imagina a Speedy Gonzalez), es verdad que en el acto de abandonarse al  juego del amor, todos los hombres somos el mismo hombre. No actua el cálculo, el razonamiento, somos los vehiculos a través de los que se expresa la especie.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Una manifestación por los derechos de los homosexuales en 1977






En 1977, aún vigente la Ley de Peligrosidad Social que permitía encerrar a los homosexuales como moralmente pervertidos, se celebró en Barcelona la primera manifestación en favor de los derechos de los homosexuales y por la derogación de la citada ley. Una manifestación no autorizada, como tantas entonces, y que contó con una asistencia de unas 5.000 personas. La manifestación subió por las Ramblas y fue disuelta al poco de empezar por los grises. A partir de ese momento y durante varias horas menudearon los saltos de manifestantes por las zonas aledañas. En cuanto se volvían a juntar varios cientos de personas, se cortaba la calle pidiendo amnistía sexual.



Yo era uno de los participantes en aquella manifestación. Después de haber militado varios años en un partido maoísta cuyas siglas eran PTE,  del que me fui cuando la decisión del partido de organizar soviets de soldados en los cuarteles de reclutas  me convenció, sin que de ello me cupiera la menor duda,  de la deriva delirante del partido, y de un breve paso por otro partido maoista conocido como Bandera Roja en donde la actividad partidista se limitaba a discutir unos textos imposibles  aprobados en alguna conferencia local sobre la responsabilidad de la URSS en el acoso que sufría China, la patria del proletariado, me encontraba huérfano de partido y acudía a todas las manifestaciones que se convocaban en Barcelona, sin importar demasiado el lema de la convocatoria. Total, todas resultaban en un ataque al capital que era la causa última de los males que nos asolaban.



Hubo un momento en el desarrollo de la manifestación por los derechos de los homosexuales, en el que nos encontramos muchos en Plaza Cataluña. A un lado los manifestantes, unas decenas de metros más allá los grises que bajaban de varias furgonetas y se preparaban para disolvernos. Con la exaltación del momento, me adelanté unos pasos para que se me oyera bien y retando a la policía les grité: ¡¡¡¡Maricoooooonessssss!!!!!.


Durante un instante todo se paralizó y convergieron en mí todas las miradas, las de la policía insultada y las de los manifestantes. Y no eran las más hostiles las de la policía. Rompió ese momento que empezaba a hacérseme eterno, la carga de la policía golpeando con saña todo lo que pillaban por delante.



Hoy, estoy convencido de que en una manifestación parecida, si alguien le grita “maricones” a la policía, el resto corearía “maricones, maricones”, sin cortarse. Pero aquello lo organizó, si no recuerdo mal,  una entidad que se llamaba FAGC, el Front d'Alliberament Gay de Catalunya, en cuya dirección había un grupo de intelectuales de lo más granado y muy interesados en dar cuenta de que el lenguaje era un ámbito que transmitía valores machistas. Muy progres y muy socialdemócratas.


Yo los conocía un poco porque colaboraban con un grupo que formamos en la facultad para hacer educación sexual en las asociaciones de vecinos. Siempre estaban al fondo del local escuchando. Tú sacabas de una caja pongamos que un preservativo, un diafragma, unos anticonceptivos hormonales y explicabas su función, como se colocaban, esas cosas. Ellos escuchaban. Al terminar la charla y las preguntas, ya fuera del local de la asociación, empezaba su puteo: que has usado el genérico masculino, o sea que hay que decir compañeros y compañeras y no solo compañeros, que los padres son los padres y las madres, etc. Una joda que no terminaba.



Estos del FAGC movilizaron a todos los que pudieron, y no fueron pocos, que había unas 5.000 personas en la manifestación y nadie ignoraba que la policía iba a cargar. Pero salvo las locas de primera fila, el resto eran personas que seguían las consignas del FAGC. No había maricones sino homosexuales. Todo muy digno.


La foto es de aquella manifestación.

martes, 9 de mayo de 2017

Ingrid Bergman en Stromboli






En 1945, Ingrid Bergman protagoniza Encadenados. La película que Truffaut prefería de entre todas las de Hitchcock. Una película perfecta. Con un Gary Grant borde que coloca en el lecho del enemigo a quien tiene tan enamorada que, por no defraudarle,  acepta el sacrificio a sabiendas de que con ello Grant la tomará por aquello que hace que los hombres de la época se aproximen pero de quien huyen sin comprometerse.
Durante el rodaje, Ingrid Bergman que llevaba casada con un dentista sueco siete años, el tiempo que tarda la rutina en apoderarse de una pareja como nos mostró Billy Wilder, vivía su propia historia de amor con Robert Capa. Ya de paso, Capa le enseñó a apreciar el cine europeo, y así fue como un día Ingrid Bergman entró en un cine de New York y vió Roma citta aperta y Paisa. Era el año 1948 y al salir del cine le faltó tiempo para escribir a Rossellini.


"Sr. Rosellini: He visto sus películas Ciudad abierta y Paisa, que me gustaron muchísimo. Si necesita a una actriz sueca que habla muy bien ingles, que no ha olvidado su alemán, que puede hacerse entender en francés y que en italiano solo sabe decir "ti amo" estoy lista para ir a hacer una película con usted".


En aquellos momentos ella era probablemente la actríz más famosa del mundo y escribía a un director que ni siquiera era conocido en su país. A Rosellini le faltó tiempo para decirle que acudiese a Italia y que fuese la protagonista de la película que quería rodar, Stromboli,


Durante el rodaje, Ingrid Bergman quedó embarazada de Rosellini y decidieron vivir juntos mientras entablaban sendos procesos de divorcio para poder casarse. La circunstancia de abandonar marido e hijo y vivir amancebada con un europeo sentó muy mal en Estados Unidos. Hasta el punto de que un senador por Colorado Edwin C. Johnson en una sesión del Senado se refirió a ella como practicante del amor libre y una poderosa influencia maligna.


Durante varios años, Ingrid Bergman vivió en Europa con Rosellini, despreciada por la industria americana del cine. Siete años más tarde, con tres hijos más, abandonó a su director italiano para refugiarse en los brazos de un empresario sueco. Volvió a los Estados Unidos y rodó Anastasia. Y consiguió un Oscar.


Gordon Parks, excelente fotógrafo y amigo de Ingrid Bergman, acudió al rodaje de Stromboli para hacer un reportaje que publicó la revista LIFE.  Todas las fotos de esta entrada son del reportaje de Gordon Parks.


























domingo, 7 de mayo de 2017

Kertesz y Edgar Allan Poe (y Borges).

 
                                                                Kertesz. Paris, 1926. On reading







Durante 50 años, Kertesz fotografió gente leyendo, de todas las edades, en todo el mundo, bajo circunstancias distintas,  y en 1971 publicó una selección de los retratados en el libro On reading. Esas imágenes dibujan el retrato de la parte de la humanidad que más me gusta. Los demás partes también me gustan, ¡eh!, que yo soy muy de disolverse en el conjunto, pero ésta que retrata Kertesz, más.


 En El hacedor escribe Borges: Pocas cosas me han ocurrido y muchas he leído. Mejor dicho: pocas cosas me han ocurrido más dignas de memoria que el pensamiento de Schopenhauer o la música verbal de Inglaterra”.


Salvando la distancia infinita con Borges, entre los momentos de dicha de mi vida no los menores han estado relacionados con los libros.


Cuando era joven, en mi pueblo, durante el bachillerato, un año le pedí a mi madre que para Reyes, me consiguiera las obras completas de Edgar Allan Poe. Había leído en algún lugar que a ese escritor, del que no tenía otra referencia, lo leían los hippies.
 
 
Los hippies eran para mi, un niño de la España de Franco en un pueblo perdido del Pirineo leridano, lo opuesto a la vida cotidiana: a los maestros que usaban del castigo físico con nosotros, a los padres con frecuencia severos, al compañero de clase que abusaba de su condición física, a las chicas a las que empezabamos a invitar los domingos por la tarde en casa de alguno de nosotros para bailar y que nos clavaban los codos en las costillas para impedir futuros avances, a la música de Manolo Escobar, al cura que aquel año nos dio las primeras clases de educación sexual sobre cuyo contenido mi memoria piadosa no guarda el menor recuerdo.
 
 
Los hippies se me representaban como el anverso luminoso de esa vida y si leían a Poe es que Poe era una vía para anular mi vida fea, gris e interminablemente aburrida. Mi madre, sin que aún hoy sepa como hizo, consiguió el libro y se hizo la magia. El libro era grueso, de papel biblia, con tapas rojas y estaban todos los relatos de Poe. Durante días, Poe me rescató y por un tiempo no todo fue vida mortecina.

San Seisdedos

La cabaña de Seisdedos
 
 
 

 
Dejé de ser de izquierdas tan pronto me di cuenta de que ser de izquierdas era mantener vivo el espíritu religioso en un mundo que se iba volviendo descreido, al menos la parte del mundo donde yo vivía.

A medida de que los católicos se volvían indiferentes al cumplimiento de los ritos y relegaban su sentimiento religioso al ámbito privado y en cantidades residuales, las sedicentes laicas izquierdas persistían en dividir el año como en la época medieval, tocando las campanas de su iglesia y sacando a pasear al santo.

Un día era el día de los trabajadores y la cofradía de san Karl Marx sacaba a este en angarillas; otro el de la mujer trabajadora, Santa Fábrica Cotton; más allá el día de la tierra con la Santa Ballena y sus querubines, serafines y tronos: día del árbol, día de la selva amazónica, día contra la fiesta de los toros, día sin tabaco; san Once de Septiembre con su doble modalidad, San Salvador Allende y Santa Autonomía Catalana… Ya hubiera querido para si el arcángel Gabriel en su lucha contra el maligno unas legiones angelicales tan surtidas como las que movilizaban las izquierdas. Luego estaba el día de los derechos humanos y así un etc que llega a ser interminable. Con unas celebraciones y otras la basca se distraía.

Hace poco celebramos el día de la república española con varios santos que se disputan los favores de los devotos. Está San Francisco Ferrer, Santa Mariana –que ignoro si en España tiene advocación propia-, Santos Miguel Hernández, García Lorca y Antonio Machado. Y otros muchos, cada uno con su grupo de creyentes. Algunos le cantan a San Buenaventura Durruti, otros a San Ortega y Gasset.

El caso es que tanto fervor, tanta festividad y tan inane, tanto brindis al sol, tan alejado de los problemas que nos devoran y sobre todo tan alejado de las soluciones a cualquiera de esos problemas, me recuerda que estamos en España y que nos pierde la estética. Y yo que me siento cómodo en mi país, con mi gente, con sus cosas, con sus fiestas, también quiero celebrarlo. ¿Dónde está la capilla más cercana para ponerle una vela al santito que prefiero?, San Seisdedos, el anarquista que creyó llegado el momento de instaurar el paraíso en la tierra y al que las tropas de asalto convencieron de que aún no tocaba.
 
 
 


jueves, 4 de mayo de 2017

Isak Dinesen, Carson McCullers y Marilyn Monroe.







De izquierda a derecha: Marylin Monroe, Arthur Miller, Isak Dinesen, Felicia Geffen, Jorcan Massee, Clara Svendsen. La nuca es de Carson McCullers.


En 1959, Isak Dinesen viaja por vez primera a los Estados Unidos. En un banquete que celebra en su honor la Academia Americana de Artes y Letras, se sienta al lado de Carson McCullers. No es casualidad. Cada una aprecia la obra de la otra y quieren conocerse, de ahí que ambas lleven días movilizando sus influencias para cenar juntas. Durante la conversación, Dinesen le formula a McCullers el deseo de conocer a Marilyn Monroe. En una mesa próxima se encuentra comiendo Arthur Miller, por entonces marido de Marilyn y hablan con él. Se acuerda una reunión. 

El 5 de febrero, en un coche extranjero pequeño, -así lo describe Clara Svendsen, secretaria y acompañante de Dinesen en el libro Notas sobre Karen Blixen- Arthur Miller y Marilyn Monroe recogen a Dinesen y Svendsen y las llevan a casa de Carson McCullers en Nyack, New York. 

Isak, Carson y Marilyn, tres mujeres rotas y encantadoras. Isak anciana, asténica, moviéndose con dificultad y sin apenas poder comer por unas úlceras de duodeno, Carson con medio cuerpo paralizado por una hemorragia cerebral, en las fotos se ve el bastón que le sirve para apoyarse, y Marilyn que de camino hacia la casa en ese coche extranjero y pequeño, pide desviarse hasta la consulta de su médico, supongo que para hacer acopio de recetas de psicotropos. Poco antes había sufrido un aborto y se encontraba deprimida. 

En la casa, además de Carson se encuentra el primo de esta, Jordan Massee, un caballero del hondo sur, y Felicia Geffen de la Academia Americana de Artes y Letras. La reunión debió de ser por la tarde, hay luz diurna y parece que lo que se sirve es un poco de comida que había solicitado Dinesen: ostras, uvas, champagne. Por si no es suficiente, Carson McCullers le ha pedido a la cocinera que además haga un souffle.  A saber que cosa era el “souffle”. 

La leyenda dice que al final de la velada, animadas por la bebida y la confianza entre ambas, Marilyn y Dinesen se subieron a la mesa del comedor y bailaron. No lo creo posible, Dinesen estaba casi caquéctica y tenía que ser ayudada para desplazarse. Dinesen era una raconteur tan brillante que incluso la vibora de Truman Capote lo reconoce. Así que se puso a narrar situaciones vividas por ella en África. Marilyn estaba turbadora. Con un vestido escotado donde se perdía la mirada de Carson. Marilyn a su vez contó una anécdota, la de una vez en que habiendo llegado invitados a cenar y estando aún húmeda la pasta, procedió a secar la comida con un secador de pelo. Dinesen y McCullers reían felíces. 

Sobraba una persona, Arthur Miller, para que las tres mujeres se sintieran dichosas. En la autobiografía de Carson McCullers, las respuestas de Dinesen al interés de Miller por su dieta traslucen desdén y hostilidad. 
A los dos años de la reunión, Karen Blixen le contó a a la escritora estadounidense, Fleur Cowles, su idea de Marilyn:"Creo que Marilyn causa una impresión casi abrumadora en la gente que la ve por primera vez. No es que ella sea bonita, - aunque, por supuesto, lo es de un modo casi increíble-, sino que irradia, al mismo tiempo , una vitalidad sin límites y una especie de inocencia increíble. Con anterioridad a su encuentro he tenido las mismas sensaciones con un cachorro de león, que mis siervos indígenas en África me trajeron. Nunca hubiera sido mio y de intentarlo me hubiese de alguna manera equivocado... Nunca olvidaré la sensación casi insoportable de fuerza invencible y dulzura que transmitía. Yo tenía toda la naturaleza salvaje de África mirándome de un modo amistoso y pícaro ". [21 de febrero de 1961, Breve 1931-62]. 






 






Al terminar la reunión, Arthur Miller y Marilyn acudieron al pase para la prensa de Some Like it Hot, la película que había dirigido Billy Wilder y que se estrenaría al mes siguiente.






 
 



miércoles, 26 de abril de 2017

Christer Stromholm - Les amies du Place Blanche


Hay una serie fotográfica de Christer Stromholm que se titula “Les amies du Place Blanche”,  sobre un grupo de transexuales que desarrolla su actividad alrededor de dicha plaza en el Paris que se adentra en los años sesenta.

La foto es una de la serie. El transexual que ha pasado por la peluquería, bien maqueado, con su pose de posado de revista… y en el centro de la foto, dando la vuelta a la pretensión de abrir una dimensión glamurosa a su existencia, colgados de una cuerda de tender ropa, dos guantes de latex, lavados y puestos a secar para ser utilizados de nuevo. Lo sórdido encarnado en lo cotidiano y transformándolo en ominoso.

sábado, 15 de abril de 2017

Si tu meurs, je me coucherai contre toi. Sartre y Simone de Beauvoir


Simone de Beuavoir y Sartre en una barraca de feria. La Beauvoir parece que no haya hecho otra cosa en su vida. Los ojos cerrados mientras apunta, ese modo de asir la escopeta... Yo de Sartre me mantendría apartado.
 
 




En Le diable et le bon Dieu, Sastre había escrito:


Si tu meurs, je me coucherai contre toi et je resterai là jusqu´à la fin, sans manger ni boire, tu pourriras entre mes bras et je t’aimerai charogne: car l´on n´aime rien si l´on n´aime pas tout”.

Que en traducción macarrónica, aproximadamente dice lo siguiente:

Si mueres, me acostaré a tu lado y me quedaré contigo hasta el final, sin comer ni beber, te pudrirás entre mis brazos y te continuare amando, carroña: porque no se ama nada si no se ama del todo”.

Una cosa de amor fou, de arrebato, de exceso, toda ciencia trascendiendo.

Simone de Beuvoir debió de tomar nota de la propuesta pasional y muchos años después, cuenta como se condujo ante el cadáver de Sastre:

El martes 15 de abril por la mañana cuando pregunté, como de costumbre, si Sartre había dormido bien, la enfermera me respondió: 'Si, pero...'; fui enseguida al hospital. Dormía, respirando con bastante dificultad; visiblemente estaba en coma desde la noche anterior. Durante unas horas, me quedé allí mirándolo. Hacia las seis dejé el sitio a Arlette, diciéndole que me llamara si ocurría cualquier cosa. A las nueve sonó el teléfono. 'Se terminó'. Fui con Sylvie. Se parecía a sí mismo, pero ya no respiraba. Sylvie avisó a Lanzmann, a Bost, a Pouillon, a Horst, que vinieran enseguida. Se nos autorizó a permanecer en la habitación hasta las cinco de la mañana. Rogué a Sylvie que fuera a buscar whisky y estuvimos bebiendo y charlando... En un momento dado, rogué que me dejaran sola con Sartre y quise tenderme a su lado, bajo las sábanas. Una enfermera me detuvo: 'No, cuidado...la gangrena'. Entonces comprendí la verdadera naturaleza de sus escaras. Me acosté sobre la sábana y dormí un poco. A las cinco entraron unos enfermeros. Cubrieron el cuerpo de Sartre con una sábana y una especie de funda y se lo llevaron.

Simone de Beauvoir quiso remedar el gesto leído hacía treinta años y abrazarse al cadáver. Un cadáver que además era más carroña que otros porque la gangrena lo había llenado de pústulas. Suerte de la enfermera ¡¡¡arretez, cuidado, la gangrena!!! que la regresó al estado de sobriedad racionalista donde solía morar y la excusó de persistir en su imitación del amor absoluto. Se contentó con acostarse al lado de Sastre y por encima de la sábana que lo cubría.

domingo, 9 de abril de 2017

El Partido del Trabajo de España y Alan Watts



Durante una de las manifestaciones en Barcelona de febrero de 1976. Allí estaba yo con mi pinta de panoli y mi cigarrillo. Nada de cigarrillos de la risa que se trataba de esquivar las acometidas de los grises y eso obligaba a  una coordinación motora que permitiese correr.




Veo la película Her de Spike Jonze. Estupendo Joaquin Phoenix (Theodore), estupenda la voz susurrante y acogedora de Scarlett Johansson (Samantha) y me quedo con el momento en que el sistema operativo (SO) Samantha le confiesa a Theodore que un grupo de SO ha generado un Alan Watts cibernético con el que van a reflexionar sobre ellos mismos, su naturaleza, su mismitad, su esencia.

La reflexión de los SO dirigida por el filósofo, golem creado por otros golems, termina teniendo consecuencias en el desarrollo de la trama de la película.

De joven leía en la revista Triunfo los artículos de Haro Ibars sobre contracultura. El Swinging London y la contracultura de la costa oeste de los USA. Del recuerdo vago de esas lecturas, procede lo que sé sobre Alan Watts. Si hará años de ello, que aún no había muerto Franco. Sospecho que ni siquiera se había producido el limite K/T y en las lagunas de la planicie de lo que sería Barcelona ramoneaban manadas de dinosaurios. Yo los he visto.

En Barcelona, al menos por los lugares donde yo me movía, había dos grandes grupos, dos facciones contrarias al régimen franquista. El grupo de los políticos, por lo general militantes o simpatizantes de partidos de izquierda, del PSUC hacía la izquierda, donde casi todo era reflexión y la acción el hermano pequeño de la actividad reflexiva. Mucho parloteo y poca acción. El grupo de los contraculturales que se definían por su conducta porque la reflexión les era bastante ajena: coqueteo con productos tóxicos, música rock, pelo largo, argot para cohesionarse como grupo, los cómics como casi única lectura (Fritz the Cat) aunque también había quien hacia alguna incursión por El Principito de Saint Exupery. Poco más.


Eran dos grupos inmiscibles. Yo me encontraba a caballo de ambos.


Por un lado militaba en un partido maoísta, el PTE, quizás el único partido de izquierdas en el que predominaba la acción sobre la reflexión, la reflexión sobre la formación social española que era en lo que pasaba el tiempo el resto de partidos políticos. Los militantes del PTE, en su mayoría, concebían la felicidad como una comuna china extendida al conjunto del mundo, en donde los humanos seriamos libres e iguales, alternando el cultivo de arroz durante el día y la participación en bailes populares por la noche. La vía para llegar a ese paraíso arrocero consistía en pasarse el día vendiendo por la calle El Correo del Pueblo, órgano del comité central del partido, y no perderse ninguna manifestación callejera. Eran los momentos crepusculares del régimen franquista y la alternativa al mismo la teníamos muy clara, no en vano eramos la vanguardia del proletariado y nuestra acción la inspiraban unas gentes de ojos rasgados bajo el manto protector del presidente Mao: la república popular española y el cuenco de arroz con su baile popular nocturno.


Por otro lado, mantenía buenas relaciones con los amigos de toda la vida. Amigos que se sentían muy contentos con la vida que llevaban, que en resumen consistía en juguetear con la toma de sustancias no aconsejables y acudir cuando había dinero a Les Enfants Terribles, una discoteca canalla del barrio chino por si entraban en contacto con alguna anglosajona.


Pretendía en mi ingenuidad hacer de puente entre ambos grupos. A unos les intentaba embarcar en actividades políticas, que vendiesen algún ejemplar de la prensa del partido, que hiciesen de correos, les explicaba como fabricar una vietnamita, les hablaba de las contradicciones insolubles del capital, sin recibir más respuesta que una mirada estupefacta, y a los otros les daba a probar los canutos que me fumaba y si se terciaba, les invitaba a tomar un ácido como alternativa a la discusión sobre el materialismo y empiriocriticismo de Lenin. Los "políticos", más abiertos que los "contraculturales", alguna vez caían en la tentación y se colocaban, pero en pasándose el efecto, todo eran lamentos y reproches ¡¡¡la vanguardia del proletariado cayendo en prácticas pequeño burguesas!!!. No funcionó. Unos y otros no entendían la lógica del contrario. La revolución tenía que ser o cultural o política.


A lo máximo que los políticos llegaban, era a considerar que la comuna K2 de Berlin, de la que sabíamos por un librito de Joseph María Carandell, era una alternativa revolucionaria a la familia. Pero de eso, de las comunas, en Barcelona no se sabía la existencia de nada parecido. Al menos en los ambientes que menciono.


De Alan Watts recuerdo que Haro Ibars comentaba con arrobo extraordinario que el gurú contracultural les decía a sus acólitos que en la escuela no enseñaban tres cosas que eran fundamentales y que había que aprender: hacer el amor, construir tu casa y fabricar tu ropa.


Si, si, me decía, hacer el amor. Para el resto de actividades fundamentales que proponía Watts, consideraba que con una tienda de campaña que tenía ya iba servido y no veía la necesidad de aprender a fabricar ropa, ¿a quien le podía interesar fabricar ropa?, total, con no cambiarte a menudo se  volvía innecesaria la tercera actividad. Así que Alan Watts me parecía un buen tipo. El pelo largo y follar. ¿Quién podía oponerse a ese programa?.



Un día, lo conté hace unos meses, un grupo decidimos hacer una cama redonda en un encuentro multitudinario en Bellaterra. Iba a ser una cama redonda MASIVA. Durante toda la semana se colgó información del encuentro en varias facultades. Salivábamos de  excitación pensando en el "happening", no en vano eramos muy europeos y a las cosas por su nombre verdadero.
El sábado por la mañana teníamos que encontrarnos en el campus de Bellaterra con comida para el fin de semana y un saco de dormir. Cepillo de dientes incluido que íbamos a lo que íbamos y no se trataba de que nos cantase la boca. Llegado que fue el momento del magno acontecimiento, en Bellaterra nos encontramos un grupo de varias decenas de varones… y una sola chica, que tampoco vino sola, sino de acompañante y observadora como nos comentó algo inquieta por lo que se le venía encima y a temer si adentro. Eran unos años en los que la homosexualidad era una práctica muy minoritaria y ninguno de los participantes iba de ese palo con lo que no cabía la posibilidad de reducir el número de partenaires de la única joven. Tuvimos que desconvocar el encuentro. El cambio contracultural, el de verdad, sexo incluido, tendría que esperar.


Me he imaginado a los SO de la película Her, haciendo el amor entre ellos, SO con SO, sin necesidad de utilizar cepillo de dientes y sin problemas de congestión por solicitar muchos de ellos al mismo SO, que de eso ya nos informa la película. Como avanza el mundo y que perspectivas abren las nuevas tecnologías. Con la Scarlett nada menos.