domingo, 7 de mayo de 2017

Kertesz y Edgar Allan Poe (y Borges).

 
                                                                Kertesz. Paris, 1926. On reading







Durante 50 años, Kertesz fotografió gente leyendo, de todas las edades, en todo el mundo, bajo circunstancias distintas,  y en 1971 publicó una selección de los retratados en el libro On reading. Esas imágenes dibujan el retrato de la parte de la humanidad que más me gusta. Los demás partes también me gustan, ¡eh!, que yo soy muy de disolverse en el conjunto, pero ésta que retrata Kertesz, más.


 En El hacedor escribe Borges: Pocas cosas me han ocurrido y muchas he leído. Mejor dicho: pocas cosas me han ocurrido más dignas de memoria que el pensamiento de Schopenhauer o la música verbal de Inglaterra”.


Salvando la distancia infinita con Borges, entre los momentos de dicha de mi vida no los menores han estado relacionados con los libros.


Cuando era joven, en mi pueblo, durante el bachillerato, un año le pedí a mi madre que para Reyes, me consiguiera las obras completas de Edgar Allan Poe. Había leído en algún lugar que a ese escritor, del que no tenía otra referencia, lo leían los hippies.
 
 
Los hippies eran para mi, un niño de la España de Franco en un pueblo perdido del Pirineo leridano, lo opuesto a la vida cotidiana: a los maestros que usaban del castigo físico con nosotros, a los padres con frecuencia severos, al compañero de clase que abusaba de su condición física, a las chicas a las que empezabamos a invitar los domingos por la tarde en casa de alguno de nosotros para bailar y que nos clavaban los codos en las costillas para impedir futuros avances, a la música de Manolo Escobar, al cura que aquel año nos dio las primeras clases de educación sexual sobre cuyo contenido mi memoria piadosa no guarda el menor recuerdo.
 
 
Los hippies se me representaban como el anverso luminoso de esa vida y si leían a Poe es que Poe era una vía para anular mi vida fea, gris e interminablemente aburrida. Mi madre, sin que aún hoy sepa como hizo, consiguió el libro y se hizo la magia. El libro era grueso, de papel biblia, con tapas rojas y estaban todos los relatos de Poe. Durante días, Poe me rescató y por un tiempo no todo fue vida mortecina.

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