jueves, 4 de mayo de 2017

Isak Dinesen, Carson McCullers y Marilyn Monroe.







De izquierda a derecha: Marylin Monroe, Arthur Miller, Isak Dinesen, Felicia Geffen, Jorcan Massee, Clara Svendsen. La nuca es de Carson McCullers.


En 1959, Isak Dinesen viaja por vez primera a los Estados Unidos. En un banquete que celebra en su honor la Academia Americana de Artes y Letras, se sienta al lado de Carson McCullers. No es casualidad. Cada una aprecia la obra de la otra y quieren conocerse, de ahí que ambas lleven días movilizando sus influencias para cenar juntas. Durante la conversación, Dinesen le formula a McCullers el deseo de conocer a Marilyn Monroe. En una mesa próxima se encuentra comiendo Arthur Miller, por entonces marido de Marilyn y hablan con él. Se acuerda una reunión. 

El 5 de febrero, en un coche extranjero pequeño, -así lo describe Clara Svendsen, secretaria y acompañante de Dinesen en el libro Notas sobre Karen Blixen- Arthur Miller y Marilyn Monroe recogen a Dinesen y Svendsen y las llevan a casa de Carson McCullers en Nyack, New York. 

Isak, Carson y Marilyn, tres mujeres rotas y encantadoras. Isak anciana, asténica, moviéndose con dificultad y sin apenas poder comer por unas úlceras de duodeno, Carson con medio cuerpo paralizado por una hemorragia cerebral, en las fotos se ve el bastón que le sirve para apoyarse, y Marilyn que de camino hacia la casa en ese coche extranjero y pequeño, pide desviarse hasta la consulta de su médico, supongo que para hacer acopio de recetas de psicotropos. Poco antes había sufrido un aborto y se encontraba deprimida. 

En la casa, además de Carson se encuentra el primo de esta, Jordan Massee, un caballero del hondo sur, y Felicia Geffen de la Academia Americana de Artes y Letras. La reunión debió de ser por la tarde, hay luz diurna y parece que lo que se sirve es un poco de comida que había solicitado Dinesen: ostras, uvas, champagne. Por si no es suficiente, Carson McCullers le ha pedido a la cocinera que además haga un souffle.  A saber que cosa era el “souffle”. 

La leyenda dice que al final de la velada, animadas por la bebida y la confianza entre ambas, Marilyn y Dinesen se subieron a la mesa del comedor y bailaron. No lo creo posible, Dinesen estaba casi caquéctica y tenía que ser ayudada para desplazarse. Dinesen era una raconteur tan brillante que incluso la vibora de Truman Capote lo reconoce. Así que se puso a narrar situaciones vividas por ella en África. Marilyn estaba turbadora. Con un vestido escotado donde se perdía la mirada de Carson. Marilyn a su vez contó una anécdota, la de una vez en que habiendo llegado invitados a cenar y estando aún húmeda la pasta, procedió a secar la comida con un secador de pelo. Dinesen y McCullers reían felíces. 

Sobraba una persona, Arthur Miller, para que las tres mujeres se sintieran dichosas. En la autobiografía de Carson McCullers, las respuestas de Dinesen al interés de Miller por su dieta traslucen desdén y hostilidad. 
A los dos años de la reunión, Karen Blixen le contó a a la escritora estadounidense, Fleur Cowles, su idea de Marilyn:"Creo que Marilyn causa una impresión casi abrumadora en la gente que la ve por primera vez. No es que ella sea bonita, - aunque, por supuesto, lo es de un modo casi increíble-, sino que irradia, al mismo tiempo , una vitalidad sin límites y una especie de inocencia increíble. Con anterioridad a su encuentro he tenido las mismas sensaciones con un cachorro de león, que mis siervos indígenas en África me trajeron. Nunca hubiera sido mio y de intentarlo me hubiese de alguna manera equivocado... Nunca olvidaré la sensación casi insoportable de fuerza invencible y dulzura que transmitía. Yo tenía toda la naturaleza salvaje de África mirándome de un modo amistoso y pícaro ". [21 de febrero de 1961, Breve 1931-62]. 






 






Al terminar la reunión, Arthur Miller y Marilyn acudieron al pase para la prensa de Some Like it Hot, la película que había dirigido Billy Wilder y que se estrenaría al mes siguiente.






 
 



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