La foto es la prueba casi infalsable de que los milagros
existen. ¿Cómo si no por vía del
milagro una persona fea, gorda, baja,
vieja, calva y con una nariz que haría palidecer de envidia al propio Cyrano, puede llegar a provocar tal mirada de arrobo
en Sofia Loren? Alguien me dirá que el yate donde se apoyan puede tener algo
que ver, ya saben, si un diamante es el mejor amigo de una mujer,
un yate puede operar como el primo guapo del diamante. Pero quiero creer que el
fotógrafo, el propio Eisenstaeldt, congeló en la imagen una expresión de emoción genuina. No es un posado.
Eisenstaeldt es
abrazado por una real hembra, ¡qué digo real hembra, por la primera de todas
ellas! y quien no cabe en sí de gozo es
sobre todo ella.
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