miércoles, 17 de febrero de 2016

Alfred Eisenstaeldt y Sofia Loren. 1961




La foto es la  prueba casi infalsable de que los milagros existen.   ¿Cómo si no por vía del milagro  una persona fea, gorda, baja, vieja, calva y con una nariz que haría palidecer de envidia al propio Cyrano,  puede llegar a provocar tal mirada de arrobo en Sofia Loren? Alguien me dirá que el yate donde se apoyan puede tener algo que ver, ya saben,  si  un diamante es el mejor amigo de una mujer, un yate puede operar como el primo guapo del diamante. Pero quiero creer que el fotógrafo, el propio Eisenstaeldt,  congeló en la imagen una expresión de emoción genuina.  No es un posado.

Eisenstaeldt  es abrazado por una real hembra, ¡qué digo real hembra, por la primera de todas ellas!   y quien no cabe en sí de gozo es sobre todo ella.  

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