"Haz del hombre y de la mujer un círculo redondo, extrae de él un cuadrado, y un triángulo de éste. Haz redondo el círculo, y recibirás la piedra filosofal" (Rosarium Philosophorum)
jueves, 31 de marzo de 2016
La plaza Privokzalnaya de Stalingrado
El lugar es la plaza Privokzalnaya. de Stalingrado durante el sitio al que el ejército alemán sometió a la ciudad en la segunda guerra mundial. Arde el edificio del fondo,la estación central, y en primer plano hay unas figuras que bailan alrededor de un cocodrilo. Parecen duendes diabólicos iluminados por las llamas.
Las figuras forman parte de una fuente, la fuente Barmalei. Está inspirada en un poema de Chukovsky, El cocodrilo, que dice lo siguiente:
¡Pequeños! /Por nada en el mundo/ vayáis a Africa/ No vayáis a Africa a dar un paseo/ En Africa hay tiburones/ En Africa hay gorilas/ En Africa hay grandes cocodrilos malvados/ Os morderán, os golpearan y os harán daño/ No vayáis niños/ a dar un paseo por Africa/En Africa hay un ladrón/ En Africa hay un malvado/ En Africa está el terrible Bar-ma-ley/ Corre a través de Africa/ Y se come a los niños/Sucio, vicioso, avaro Barmaley.
Una gilipollez de poema, pero que causó suspicacias entre algunos gobiernos africanos, uno de los cuales, para contrarrestar esa propaganda negativa del poema, donó la fuente
La fuente sufrió grandes desperfectos durante la segunda guerra mundial y sus restos fueron retirados en el año 48 al remodelar la plaza. Stalingrado fue la tumba de al menos medio millón de civiles así como de varios cientos de miles de soldados de los dos bandos. Chukovski murió en 1969, en Peredelkino, el pueblo de los escritores, habiendo sobrevivido tanto a la segunda guerra mundial como a Stalin.
Cuenta Nabokov en sus memorias, que en 1916, de visita Chukovski en Inglaterra formando parte de una delegación que tambien incluía al padre de Nabokov, en una recepción con el rey George V, Chukovski le preguntó a este si le gustaba la obra de Oscar Wilde. George V respondió desviando la atención hacia el smog londinense. Me recuerda la anécdota en imagen invertida al arranque de Una lectora poco común, de Alan Bennet. Sentada Isabel II, que ha llegado a convertirse en una lectora impenitente, al lado del presidente de Francia, le pregunta por Jean Genet ( —Homosexual y presidiario, ¿era, sin embargo, tan malo como lo pintan? O, más al grano —dijo, y empuñó la cuchara de la sopa—, ¿era tan bueno?).
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