“Fue una tarde brumosa, cuando vi al enano por primera vez. Estaba solo, delante de la carpa, fumando un cigarrillo. Me atrajo y a la vez me repelió con su cuerpo deforme, su cabeza de tamaño normal y sus piernas pequeñas. Llevaba un chaqué y un sombrero de copa y sostenía un ramo de flores de papel. Estaba allí, solo, de pie, en la intimidad de sus pensamientos.
Me acerqué y el notó mi presencia aunque el ruido de mi cámara de fotos no pareció molestarle. Como si supiese que lo que me cautivaba era su ensimismamiento y no el maquillaje de payaso o su apariencia física. Me hubiese gustado que permaneciese allí, fuera de la carpa, en su mismidad y no actuando de payaso. Cuando empezó su número musical desapareció en el interior de la carpa y percibí su soledad y al tiempo un cierto poder que surgía de un hombre que tenía la mitad de mi tamaño".
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