Ese triángulo que dibuja el sacro...
Los desnudos de
Irving Penn son pruebas contundentes. Aunque no sé bien si de la
existencia de Dios o de todo lo contrario. A mí, las demostraciones
del Aquino, ni cuando era un niño y me daba clases de religión un
cura me parecieron evidencias de nada. Probablemente porque era un
niño, quien me lo explicaba era un cura de pueblo y las
explicaciones que yo recibía atendiendo a mi edad y a la capacidad
intelectual del cura no pasaban de un nivel ínfimo. Pero hay
desnudos de Irving Penn con los que percibes lo que debe de ser el
éxtasis de quedarse por toda la eternidad contemplando el rostro
sereno de Dios. Sabiendo que esas mujeres no existen en el mundo que
me ha tocado vivir. No existen ni aunque la modelo se hiciese carne a
mi lado. Su corporeidad no se correspondería con la imagen que de ellas
nos muestra Penn.
Creo que lo que
sucede es que Irving Penn retrata una divinidad que no existe. O que
tomé demasiados ácidos de joven. Ambas opciones no son
incompatibles.
Los ácidos (yo también me atraqué de joven) nos revelan con toda claridad la existencia (inaccesible) de las divinidades.
ResponderEliminarMi enhorabuena por tu magnífico blog.
Muchas gracias por tu comentario, Loam. Quizá sea la frecuentación de los ácidos el único signo que conozco de formar parte de una fratria.
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