sábado, 23 de abril de 2016

Adán y Eva recuerdan el Paraiso.

Adán y Eva no supieron que habían vivido en el Paraíso hasta que los expulsaron del mismo.  En el Paraíso, Adán y Eva  a veces discutían, se aburrían de la conversación del otro, tan rutinaria, tan previsible,  les  resultaba poco sabrosa la comida.  Habiendo llegado al convencimiento de que la felicidad consiste en un estado de borrachera perpetua de los sentidos,  les parecía monótona la  existencia que llevaban y muy alejada de lo que barruntaban que debería ser el estado ideal.  

Una vez  fuera del Paraíso,  por la noche, en la cueva que encontraron, mientras temblaban de frío y de miedo por los depredadores que les rondaban, viendo como sus hijos andaban a las pedradas entre ellos,  recordaban  la vida que habían llevado y que les  había parecido  poco estimulante.  Fueron ellos, ahogados en la nostalgia, quienes llamaron Paraíso al jardín del que procedían.
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Lo mismo nos sucede a nosotros que no supimos que habíamos vivido en el mejor de los mundos posibles hasta que llegó la crisis. Esos kilos de gambas descongeladas que nos comíamos, esos viajes en compañias low cost para visitar lo mismo que otros tantos millones de compatriotas y hacer las mismas fotos que ellos, esas llamadas de teléfono al trabajo los lunes que no apetecía trabajar dando la excusa de que nos dolía la espalda sabiendo que resultaba impune tal conducta,  ese cabreo con el gobierno de turno porque los dos mil quinientos euros por recién nacido no daban para nada,  ese criticar que no hay derecho de que nos suban la luz un punto más que el IPC,  ese lugar y ese momento eran el paraíso.  El mediodía en la historia de los españoles, el momento en que la sombra ha sido más corta. Ahora hemos sido desterrados y ya nunca encontraremos el camino de vuelta.  

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